Genio y figura, la obra de Julio Medem puede ser atacada desde mil frentes. Y desde mil frentes puede ser hecha añicos. Sus poemas han vivido en angustia extrema. Caótica Ana ejemplificó en grado sumo ese lanzarse a tumba abierta. Pero todas, desde Vacas hasta Ma Ma, obedecen a un ejercicio de coherente coherencia.
En la necesariamente apresurada crónica de este filme en su paso por el festival de San Sebastián del año pasado, utilicé como expresión clave de lo que este título lleva en su interior, la frase lapidaria que en sus últimos minutos expresa el policía compañero del protagonista, el Coster-Waldau de Juego de tronos. Literalmente ese policía que se enfrenta incrédulo a una realidad que no quería admitir dice: “Descarté la idea por descabellada”.
Hubo un tiempo en que convocar el nombre de John Boorman implicaba guardar un respetuoso silencio ante quien aparecía como el último mohicano del mejor cine británico. Eran los años en que títulos como A quemarropa (1967); Infierno en el Pacífico (1969); Leo el último (1970); Deliverance (1972); Zardoz (1974)… incluso obras como Excalibur (1981); La selva esmeralda (1985) y Esperanza y Gloria (1987) eran merecedores del máximo respeto.
En ese cruce imposible entre el agente 007, llamado James Bond y el superagente 86, de nombre Maxwell Smart, nació Anacleto, el agente secreto. El alumbramiento ocurrió en 1964 y pronto se convirtió en uno de los más célebres personajes de Manuel Vázquez Gallego. Vázquez, autor igualmente de las hermanas Gilda, la abuelita Paz, la familia Cebolleta y Ángel Síseñor era, como ilustraba la película de Óscar Aibar, El gran Vázquez (2010), un freakie cuando el término aún no se había inventado.
Lo propio de Norah Baumbach es navegar a contracorriente, abrazarse a esos espacios de desajuste que poco tienen que ver con el mundo que Hollywood fabrica(ba). Eso lo supo ver uno de los más deslumbrantes talentos del cine actual, Wes Anderson, cuando contó con él como guionista. De hecho, quienes hayan disfrutado con The Life Aquatic y Mr. Fox sabrán (y creerán) reconocer aquí algunos sedimentos de su personalidad.
Morgan Freeman y Diane Keaton se dan un homenaje actoral y con él, realizan un encendido panegírico sobre las glorias de Nueva York y el privilegio de vivir en esa gran manzana que cada vez parece más una versión ¿adulta? de Disneylandia. Dicho de otro modo, Keaton y Freeman pasean con orgullo y disfrute el hecho de, como Bruce Springsteen, haber nacido en los USA.
Desde su origen, el cine no ha hecho otra cosa que asomarse a la vida para reflejarla de manera más o menos veraz, más o menos real, más o menos certera. Su potencial de fascinar, no depende tanto de la exactitud del retrato sino de su capacidad de transmitir aquello que va más allá del espejo, aquello que se adentra en lo que ya no pertenece a la física sino a la psicología, al arte y a la metafísica.
Se armó un escándalo cuando John Lennon dijo que los Beatles eran más conocidos que Cristo. La verdad es que su declaración resultaba indemostrable y que, en el fondo, no era sino fruto de una respuesta irreflexiva y quizá desquiciada del autor de Imagine ante el acoso que el grupo sufría en aquel tiempo. Lo que sí es comprobable es que Sherlock Holmes es el personaje (real o imaginario) más adaptado por el cine junto a Drácula y Jesucristo.
Desde el primer toque, las cosas están claras. Tras los tres primeros chistes que provocan hilaridad en la sala, las cartas se ponen boca arriba y la sombra de Aterriza como puedas (1980) pide pista. Su irreverente tono humorístico señala el camino. No es casualidad que el oficio del padre de familia de esta disparatada comedia llena de sobreentendidos y más yanqui que la hamburguesa de McDonald sea piloto de avión en una línea de low cost.
Si alguien lo ha analizado, lo desconozco. Pero la cuestión no admite dudas. ¿Por qué cuando se lleva al cine las aventuras y personajes nacidos en los tebeos se invierte la esencia de su naturaleza? Lo propio de estos personajes, nacidos en y para el papel como Los cuatro fantásticos, consiste en el seguimiento de sus aventuras. Sus lectores esperan las nuevas entregas pendientes de la calidad del nuevo enemigo y ávidos de más sorpresas que exijan de los héroes un esfuerzo mayor y de los guionistas una aventura más insólita.