Diez años ha estado Diego Llorente dando vueltas a esta película. Diez años para, finalmente, tener que rodar a toda prisa y con dinero escaso durante tres semanas y sin aliento. Esa mezcla de poso hondo e inmediatez de guerrilla, empapa un filme que se mantiene ágil y preciso en torno a Katia Borlado.

Escritor antes que director, Olivier Treiner debuta con un largometraje en el que pesa más la letra que la imagen. De ahí que su esqueleto termine por asfixiar la empatía de sus principales personajes quienes, pese a su buen oficio, se van perdiendo cada vez más en la idea pretextual de su origen. Un leit motiv demasiado denso para tan escasa capacidad audiovisual.

Álex Lora no la utiliza pero podría ser un perfecto epitafio que sonase en el The End de “Unicornios” aquella copla de Manuel Quiroga para Estrellita Castro, titulada “María de la O”. En la película, a Isa (Greta Fernández), le encaja perfectamente aquello de “qué desgraciadita tú eres teniéndolo tó”.

Una lectura rápida al cuento original de Andersen nos descubre un relato complejo, terrible y aleccionador. Dos horas largas del filme de Rob Marshall inspirado en el cuento de Andersen, nos aportan un fútil, previsible y aburrido constructo que se mantiene a flote por sus efectos especiales y por la presencia de una Halle Bailey que merecería haber dado con un verdadero cineasta, no con un coreógrafo.

Sandro Veronesi, reconocido novelista italiano, posee una legión de lectores que le respetan y le consideran uno de los mejores autores de su generación. Con “El colibrí” -editada en castellano por Anagrama-, volvió a ganar el premio Strega en 2019, máximo galardón literario de Italia que ya había ganado tres lustros antes con “Caos calmo”.

Aunque la primera tentación, la más perezosa, sugiera cruzar “El imperio de la luz” con películas de densa nostalgia e impúdica complacencia al estilo de “Cinema Paraíso”, el filme de s con quien guarda más puntos en común es con “Los Fabelman”, la última y descompuesta película de Spielberg. Ambas giran en torno a las respectivas figuras maternas. En ellas se habla de madres excéntricas, heridas. Y ambas cruzan sus relatos íntimos con la experiencia cinematográficas de sus respectivos hijos, Sam y Steven.

Como un huevo Kinder, cuesta trabajo determinar si lo que importa en “Decision to Leave” habita en su armadura de “thriller” o en su corazón de romance melodramático. Tal vez el secreto de su magnetismo resida en no saber qué nos atrapa porque, en la vida, las cosas nunca seducen por lo que queremos creer.