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Ahora que la fórmula da síntomas de agotamiento, cuando tanto la Marvel como la DC dan bocanadas de agotamiento y desorientación, proliferan las dentelladas críticas contra la insustancialidad de un subgénero que agoniza. «Madame Web», un retruécano argumental de Spiderman y sus incontables secuelas en clave femenina, ha salido muy mal parada tras su estreno mundial

Afirma este Batman que no se esconde en las sombras, que las sombras son él. Dice bien. Entre otras cosas porque “The Batman” nació bajo el signo de lo entrevisto, o sea de lo visto sin precisar que es la única manera de saber de quien habita en la noche.

Si el primer asalto de “Escuadrón suicida” daba pena; esta entrega, deja sin palabras. Si en su obra precedente, bajo la batuta de David Ayer y con el viejo esquema de “Doce en el patíbulo” y la sobredosis de humor rancio y talento breve solo latía algún alivio en la presentación de los personajes y en las zonas de transición; en esta nueva aparición, todo se abisma.

En los prolegómenos, cuando Cate Shortland, la directora austro-alemana de “Viuda negra” refleja la plácida existencia de la familia de espías más disfuncional del cine actual, vemos a las “hermanas”, Yelena Belova y Natasha Romanoff, contorsionarse en un juego infantil de resistencia y equilibrio.

Al menos hay dos alteraciones significativas en “Los nuevos mutantes” que legitiman su pretensión de novedad con respecto a sus orígenes, los “X Men”. Una atiende al género. Aquí, en la decimotercera película de la serie, todo se abisma más hacia el terror que hacia la aventura. La otra ruptura argumental, acude al rejuvenecimiento de sus personajes; estos X-Men son adolescentes en plena ebullición hormonal, o sea, son mutantes en fase hiperbólica.

Esta vieja guardia de guerreros ¿inmortales? sabe de la maldición de los vampiros. Como ellos, ven cómo la muerte, siglo tras siglo, devora a la humanidad y un sentimiento trágico de soledad inevitable les provoca un amargo quebranto existencial. Esa es la naturaleza de estos mercenarios que, en su primera secuencia, escenifican un regalo muy especial entre dos de ellos.

La prisa, el desorden, el sinsentido y el exceso arrastran como una cuadriga conducida por jinetes apocalípticos esta vuelta de tuerca al mundo de los superhéroes titulada “Aves de presa”. La jugada no oculta su estrategia. Cambia el heroísmo por la gamberrada, el mundo de testosterona y drama, por un universo de carmín corrido, glamour de arrabal y jubileo femenino. Ellas son “malotas” y su violencia ha sido alimentada por una sed de venganza.

Sostenida por el vaciamiento superlativo de Joaquin Phoenix, el actor digiere el libro de estilo del De Niro de “Taxi Driver” y “Toro salvaje”; “Joker” ya es leyenda. Posee el carisma de las obras de culto. Su director y coguionista, Todd Phillips, se ha movido como quien sabe que ha compuesto la partitura de su vida. Todo roza la excelencia. Todo rezuma solvencia. Le sobra calidad y regala a diestro y siniestro inquietantes paradojas.

“Hellboy” tuvo un padre al que le debe su ADN primigenio: el ilustrador y escritor de cómic californiano, Mike Mignola (Berkely, 1960). Pero en su traspaso al cine, “Hellboy” se encontró con un padrino que no se conformó con ilustrar lo que había nacido para las páginas impresas, sino que le confirió ecos de su propia existencia.