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La edad también corroe a las leyendas

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Título Original: MR. HOLMES Dirección: Bill Condon Guión Jeffrey Hatcher (Novela: Mitch Cullin) Intérpretes: Ian McKellen, Laura Linney, Hiroyuki Sanada, Frances de la Tour, Roger Allam, Philip Davis Nacionalidad: Reino Unido. 2015 Duración: 104 minutos  ESTRENO: Agosto  2015

Se armó un escándalo cuando John Lennon dijo que los Beatles eran más conocidos que Cristo. La verdad es que su declaración resultaba indemostrable y que, en el fondo, no era sino fruto de una respuesta irreflexiva y quizá desquiciada del autor de Imagine ante el acoso que el grupo sufría en aquel tiempo. Lo que sí es comprobable es que Sherlock Holmes es el personaje (real o imaginario) más adaptado por el cine junto a Drácula y Jesucristo. Así que Bill Condon le echó bastante valor cuando decidió enfrentarse a la aventura de dar una visión personal de Holmes.
Sin agotar todas las referencias, el número de películas supera las 250, bastaría con indicar que el cine todavía gateaba cuando en 1900 el personaje de Holmes y sus intrigantes pesquisas ya protagonizaban películas. De hecho, las primeras fueron supervisadas por el mismísimo Arthur Conan Doyle. Desde entonces se han hecho de todo tipo. Billy Wilder, en 1970, filmó una de las más inolvidables: La vida privada de Sherlock Holmes. Garci, hace tres años, la más castiza con un ¿impagable? Gallardón.
La que ahora nos ocupa tiene algunos argumentos que la hacen singular. Bill Condon, con la partitura escrita por la novela de la que parte, A Slight Trick of the Mind de Mitch Cullin, se conduce de manera cercana a la aplicada por directores tan diferentes como Lester y Tavernier. Ambos se enfrentaron, como Condon, a la especulación de personajes de ficción desde una mirada crepuscular, cuando la plenitud a la que debían su fama había sido debilitada por el envejecimiento. Lester, en Robin y Mariam (1976) optó por la ironía y el humor. Tavernier, convirtió a los Tres mosqueteros y d’Artagnan, en una exultante ocasión para la aventura y la reivindicación de la mujer.
Condon opta por cierta introspección, por una mirada más grave que gracias al servicio de su protagonista, Ian McKellen, adquiere el valor de la serenidad. Condon, un cineasta de trayectoria quebrada y pulso irregular no olvida que fue con McKellen con quien construyó su mejor película, Dioses y monstruos (1998). Después de aquello, el actor británico se ha convertido en un secundario extraordinario de vital presencia en sagas como El señor de los anillos, El hobbit y X-men mientras que el director americano encontraba un difícil acomodo artístico en Crepúsculo y resolvía con más oficio que brillo su incursión en la ¿biografía? del creador de WikiLeaks, Julian Assange. Por cierto, cosas del azar, Assange fue interpretado por Benedict Cumberbatch, el Sherlock Holmes de la citada y exitosa serie de TV. Donde el azar no tiene nada que hacer es en los fundamentos de Mr. Holmes. Sin alcanzar la sólida lección sobre la vida de James Whale, Condon acaricia algunos temas nada epidérmicos de la ficticia decadencia senil de Holmes. Narrada en tres tiempos, con abundante material hipotético y sin descuidar guiños al propio cine y a sus hacedores, McKellen hace creíble y atractivo un ensayo sobre el orgullo y la decrepitud, sobre la ancianidad y la fama. A su lado, los demás crean el fondo, dan la réplica precisa y luminosa para acompañar al virtuosismo de un solista de lujo como McKellen capaz de interpretar lo que le pidan.

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