Un rodaje accidentado afectado por los coletazos de la Covid-19, una segunda parte retrasada más de la cuenta, una sensación crepuscular de final de partida, un argumento con ecos provenientes de las siete entregas anteriores y un Tom Cruise eterno, decidido a seguir a toda costa, determinan lo que «Misión imposible: sentencia final» encierra en su interior.

Nick Hamm (Belfast, 1957) empezó a dirigir cine al final de los 80. En este tiempo ha realizado una quincena de largometrajes siempre discretos, siempre olvidables. Sus películas pertenecen a ese fondo de armario de los vídeo-clubs (cuando existían) donde permanecían intocables porque eran pasto de la indiferencia.

«Wicked: Part One» combina la magia del musical con un poderoso mensaje sobre diversidad y emociones humanas. Jon M. Chu logra un vibrante espectáculo coreográfico liderado por Ariana Grande y Cynthia Erivo, cuya química y talento elevan esta historia de protohistoria de Oz a un alegato simbólico y renovador.

«Nausicaä» es a Ghibli, lo que Jokanaan, el bautista, fue para Cristo: el heraldo de su venida. Antes de que Miyazaki y Takahata fundasen Ghibli -y al hacerlo consumasen el sueño de Osamu Tezuka por el que la más importante animación del final del siglo XX y todo lo que llevamos del XXI dejó de pertenecer a Disney para ser japonesa-, surgió esta fascinante epopeya cuya belleza y cuyo «mensaje» hoy parecen más pertinentes que nunca.

Ambientada en el primer tercio del siglo XVIII, cuando el absolutismo de las coronas europeas no conocía más límite que el de la decadencia y la podredumbre de la corte que custodiaba al monarca, «La tierra prometida» ahonda en la resbaladiza complejidad de eso que conocemos como la cuestión humana.