Tras un estreno interesante y vitalista, “La inocencia” (2019), Lucía Alemany ha perdido la suya, la inocencia laboral se sobreentiende, con su segundo trabajo, “Mari(dos)”. Si su primer largometraje crecía sobre la frescura y la verosimilitud, un relato fiado al ser más que al hacer de su joven protagonista, Carmen Arrufat; aquí todo se hace artificio, obra de profesionales en plenitud como lo son Paco León y Ernesto Alterio.

Con “Almas en pena de Inisherin”, el dramaturgo, guionista y director Martin McDonagh filma su cuarto largometraje con la certeza de que los cuatro merecen la pena. Si ya conocen “Escondidos en Brujas” (2008), “Siete psicópatas” (2012) y “Tres anuncios en las afueras” (2017), ya lo saben; si todavía no las han visto, subsanen cuanto antes esa carencia. No se arrepentirán.

El último filme de Santiago Mitre, coescrito con su colaborador habitual, Mariano Llinás, rinde homenaje al tema instrumental compuesto en 1952 por Sidney Bechet, “Petite fleur”. El mismo año que Bechet murió, 1959, Fernand Bonifay y Mario Bua escribieron, para esa canción, un poema de desolación y desamor con el que definitivamente convirtieron la pieza en un tema clásico, o sea sin fecha de caducidad.

Teniéndolo todo, como María de la O, Mark Mylod -que desgraciadito-, no logra hacer casi nada. En apenas diez minutos, la mirada espectadora menos resabiada ya ha intuido que no cabe esperar mucho de «El menú». Que su carta es vieja, tópica, banal. Que se mueve entre la comedia y el suspense para acabar por asumir que no sabe provocar ni agobio, ni misterio. Que en esa cocina la sal ha desaparecido y la gracia no existe.

Uno de Bermeo, harto de estar harto, compuesto y sin novia, en plena época de lluvias y bajo un cielo gris, decide hacer caso a las difusas promesas de un tío perdido en América. Abandona Euskadi y en su largo viaje se topa con una evidencia: en Argentina hay más descendientes vascos que en Euskalherria.

Basta con leer la sinopsis argumental de “Viaje al paraíso” y ver el cartel con el reclamo mayor de la película, Julia Roberts y George Clooney, para que nadie tenga dudas sobre el final de la misma. Más previsible que el discurso del rey en la nochebuena, aquí hay poca cera por arder y ningún intento para sorprender.