“Nomadland” contiene altas dosis de sustancia adictiva. Debido a ello serán muchas las personas que, tras interiorizar su relato, se convertirán en fervientes propagadores de sus excelencias. Este filme que se ha convertido en uno de los títulos del año -el año más triste de cuantos ha alumbrado el siglo XXI-, atrapa y envenena con su alta dosis de paradojas y contradicciones.

Jirí Menzel emergió en 1966 como un relámpago. Acababa de filmar su primer largometraje, “Trenes rigurosamente vigilados”, un filme poderoso que ganó el Óscar de aquel año. Su éxito preludiaba un cambio social y Menzel aparecía en lo más alto de la cresta de la denominada Nueva Ola Checa.

Condenado a transitar por los arrabales de la exhibición audiovisual, el cine de Charles Stuart Kaufman (Nueva York; 1958) se considera tóxico para las salas de cine. Poco a poco, los relatos que fluyen de su inclasificable cabeza, se ven postergados. Paulatinamente aparecen cada vez más de manera esquinada, furtivamente, por dónde menos se espera.

Probablemente lo más relevante de “Vivir dos veces” sea una adolescente llamada Mafalda Carbonell. No podemos todavía saber si será una gran actriz pero, sin duda, en ella habita lo más sincero de un filme demasiado preocupado por endulzar lo que no admite paños calientes ni miradas poéticas. El Alzheimer representa una auténtica maldición.