Cuando Robert Altman diseccionó el mundo de la moda en «Prêt-à-Porter» (1994), no mostró ningún tipo de condescendencia con respecto a sus personajes. Ni buscó la caricatura, ni encontró lo épico. La mirada de Altman quedó congelada por la ausencia de sensibilidad de sus observados.
Mientras proliferan en la cartelera comedias grasientas que buscan la sonrisa en lo escatológico, sorprende este relato sin pretensiones ni zafiedad sobre un clásico argumento de enredos y confusión con pulsiones románticas y el fantasma de los celos. Dirigida, escrita y protagonizada en un papel secundario por Bruno Podalydès, «El barco del amor» no navega a la deriva; lo hace por el viejo cauce de la comedia clásica de los años 30 y 40 del siglo pasado.
«Nuestro día» acontece a través de dos encuentros que nada tienen que ver entre sí y que nunca se entremezclan salvo por un detalle vertebral que las une, la capacidad inimitable de Hong Sang-soo para pasar de lo cotidiano a lo trascendente.
Para su octava producción bajo el sello Ghibli, Hayao Miyazaki escogió la novela homónima de la escritora británica Diana Wynne Jones. Autora de más de cuarenta piezas literarias dirigidas a un público juvenil e infantil, Diana Wynne, una especie de Agatha Christie de la literatura fantástica para teenagers le aportaba a Miyazaki ese contexto victoriano que tanto le gusta
Dolores Fonzi lo es (casi) todo en esta su primera película como directora, titulada «Blondi». Ella es la rubia del título, una madre todavía joven aunque con un hijo que hace tiempo que dejó de ser niño.
Ciertamente, durante la proyección de una película nuestro estado de ánimo pasa por diferentes sensaciones; a veces incluso por emociones enfrentadas que van de la admiración al rechazo. Quienes dominan bien el arte del relato audiovisual saben cómo predisponer la atención para acabar seduciendo.
En tres horas Kevin Costner escribe, dirige y protagoniza un filme que deberá durar, si se cumplen sus deseos, doce horas. Ese es el tiempo que Costner ha decidido utilizar para relatar su particular visión de «La conquista del Oeste».
Alex Gibney, director de «In Restless Dreams», utiliza tres horas y media para confeccionar un documental atractivo, aleccionador y, sorprendentemente, liviano. Cada persona que se enfrente a estos 209 minutos seguro que podría sugerir algún (pequeño) recorte, quizá algo más de síntesis y por qué no, suprimir algunos meandros.
Decidido a no perder tiempo, como si temiera que el meteorito que nos destruirá está al caer, Lanthimos ha entrado en una fase febril, acelerada y fructífera. Tras «Pobres criaturas», un vaciamiento ético y estético que provocó la ira de esencialistas y minimalistas, la animadversión de los ortodoxos y el desconcierto de los que odian la fantasía, presenta un catálogo de conductas perversas.
«Memory» navega a la deriva zarandeando en su interior a dos personajes orillados por la vida. Su caudal gorgotea melancolía con la desazón de quien, como en «Solas» (1999) de Benito Zambrano, tapona una herida interior a costa de garantizarse un naufragio que se prevé descomunal.