En dos ocasiones, al principio y al final, como se corresponde con el ritual de quien cuenta cuentos, la voz en off del narrador, en este caso la propia directora y guionista, se hace presente y marca el contrapunto.

Nick Hamm (Belfast, 1957) empezó a dirigir cine al final de los 80. En este tiempo ha realizado una quincena de largometrajes siempre discretos, siempre olvidables. Sus películas pertenecen a ese fondo de armario de los vídeo-clubs (cuando existían) donde permanecían intocables porque eran pasto de la indiferencia.

Algunas veces hay cortometrajes cuya feliz repercusión enciende la necesidad de que deberían crecer. Ese salto, convertir una historia condensada en unos pocos minutos en un filme de casi dos horas, es tentación envenenada. Ni es fácil ni siempre se consigue lo que se pretende: sublimar la calidad e interés de lo que nació como esencia pequeña.

Podría afirmarse que Pablo Hernando toma el nombre de Melville en vano. Desde luego su película juega, sin conjugar con brillantez, con el legado de los dos Melvilles más recordados. Que se sepa, «Una ballena» cita sin disimulo al autor de «Moby Dick», Herman Melville y al realizador de «El silencio de un hombre», Jean-Pierre Melville.

Señalada como una de las grandes películas de este año, «Misericordia» desembarca precedida por la aclamación crítica y la admiración festivalera. Pero conviene tener en cuenta que una parte de esos aplausos pertenecen, no tanto a lo que aquí nos aguarda como a la trayectoria de Alain Guiraudie, un cineasta francés que se hizo universal a raíz de su cuarta película: «El desconocido del lago» (2013).