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Si algo se inicia con «Whole Lotta Love» de Led Zeppelin y el primer plano lo ocupa Brad Pitt, nada puede ir mal. ¿Nada? Esa es la cuestión, que salvo el legendario tema de Robert Plant y Jimmy Page escrito en 1972, y la presencia de un Brad Pitt que cada día se parece más al Robert Redford de los años 70, nada hay en esta película, construida para la gloria de la Fórmula 1 y la legitimación del imperio árabe del lujo y el petróleo, merecedor de ser tenido en cuenta.

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Nieta de Francis Ford Coppola y sobrina de la también directora y guionista Sofía Coppola, a Gia Coppola (Los Ángeles, 1987) el cine mecía su cuna. Gia representa el brote nuevo de una casta familiar abundante en nombres propios, guiada y, al mismo tiempo, cegada y deslumbrada, por la figura del creador de la mejor trilogía cinematográfica sobre la llamada (en ese caso perversa) del ADN y la ambición desmedida: «El padrino I, II y III». Gia creció bajo la tutela de Sofía Coppola.