Ideas descabelladas para cambios imposibles

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Título Original: EN CHANCE TIL Dirección:  Susanne Bier Guión: Anders Thomas Jensen Intérpretes: Nikolaj Coster-Waldau, Ulrich Thomsen, Maria Bonnevie, Nikolaj Lie Kaas, Lykke May Andersen País: Dinamarca.  2014 Duración: 105minutos ESTRENO: Septiembre  2015

En la necesariamente apresurada crónica de este filme en su paso por el festival de San Sebastián del año pasado, utilicé como expresión clave de lo que este título lleva en su interior, la frase lapidaria que en sus últimos minutos expresa el policía compañero del protagonista, el Coster-Waldau de Juego de tronos. Literalmente ese policía que se enfrenta incrédulo a una realidad que no quería admitir dice: “Descarté la idea por descabellada”. Esa idea contraria a la razón, el nucleo obsceno del célebre “whodoit” de tanta novela policíaca, es lo que debe soportar el espectador durante largos minutos. Perpleja incredulidad ante lo que parece un delirio de guión allí donde se encierra su secreto.
Perplejidad porque su naturaleza se balancea sobre una cuerda narrativa de escaso fuste. Ciertamente su consistencia estaba rota ya en el papel y sólo la hábil destreza de su realizadora, Susanne Bier, consigue mantenerla enhebrada gracias a dos poderosas razones. Una descansa en la eficacia interpretativa, en esa capacidad congénita del cine escandinavo para crear actores y actrices que parecen haber salido del alambique establecido por Bergman y Dreyer. La otra razón de su estabilidad surge allí donde habita su problema: de su argumento; de esa hipótesis que hace estremecer todo el episodio cuyo tema principal habla del deseo maternal y la culpa conyugal en una sociedad aprisionada por la pulsión de muerte. Hay que recordar que Susanne Bier, una versátil directora que a estas alturas resulta desconcertante, despegó en el panorama internacional cuando su nombre apareció ligado al movimiento Dogma 95. Era la presencia femenina de una iniciativa inventada por Lars von Trier y algunos amigos para dar salida a una serie de nuevos nombres daneses, al tiempo que se generaba un movimiento sin fronteras ni fe. De hecho, los mandamientos de Dogma pronto fueron abandonados por su feligreses pero hoy, algunos de aquellos “desconocidos” siguen estando muy activos como el propio Trier. Susanne Bier es una de ellos y está presente porque tras el Te querré siempre, con el que apareció bajo el sello Dogma, pergeñó y filmó un puñado de películas relevantes.
Nominaciones, globos de Oro y el Oscar la convierten en una mujer bendecida que en Una segunda oportunidad, como hiciera con Después de la boda y En un mundo mejor, muestra una preocupación obsesiva sobre los antagonismos de sus personajes, sobre realidades sociales, económicas y culturales distintas cuando no abiertamente beligerantes. Eso acontece aquí donde dos familias entrecruzan sus pasos. A un lado, la del policía bueno; al otro, la de la drogadicta condenada a ahogarse en la miseria de la autodestrucción. A ambos hogares llegan dos bebés, dos nuevas vidas cuyo destino podría incluso preverse en sus últimas consecuencias.
Pero nada hay a salvo del destino y especialmente, nada es lo que parece, al menos para quienes hacen cine. Así que, en una escalera hacia el absurdo, las situaciones se complican y las amenazas crecen exponencialmente dando lugar a una amarga mirada sobre la justicia y la ley. A Susanne Bier siempre le atraen los debates morales y el de Una segunda oportunidad, con ecos salomónicos en su seno, alienta cuestiones perturbadoras. Cuestiones subyugantes si el público decide adentrarse en los resquicios y hendiduras de su zona interior. Ahí sí se da lugar a instantes de precisión y verdad. Pero hay tanto de lo contrario, que en Una segunda oportunidad se echa de menos los fundamentos de Dogma sobre cómo contar un filme contemporáneo.
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