Entre el periodo expulsivo y el corte del cordón umbilical, fases cruciales de la gestación mamífera, tiene lugar el alumbramiento (de la placenta). A él hace referencia en su título esta recreación teñida de crítica y lírica sobre la España de 1982, la del cambio.
Al menos dos grandes vacíos, dos inmensas oquedades, colisionan en «La quimera». Dicho de otro modo, «La quimera» surge del entrechocamiento de dos mundos paralelos. El lenguaje y el metalenguaje, la forma y el fondo, el territorio y la frontera.
De manera más o menos implícita, en «El consentimiento» se cuece a fuego lento la cara oculta de «La bella y la bestia». Lejos del filtro disneydiano de rosas simbólicas y príncipes encantados, lo que nutre a «El consentimiento» sabe de las cicatrices de lo real.
Recibida con arrebatadas muestras de complicidad por su ¿militancia? «queer», «Sangre en los labios», guste más o guste menos, legitima la singularidad de Rose Glass como directora poseedora de un universo insólito y fascinante.
Esa «bestia en la jungla», a la que desnudó Henry James en uno de sus más reproducidos y definitivos relatos cortos, posee un único semblante y mil gestos desesperados. Se llama miedo a vivir, miedo a abrazar lo que se desea, miedo al miedo.
Cuatro largometrajes en veinte años dan noticia de que Pablo Berger (Bilbao, 1963) se lo toma muy en serio y con bastante calma. Han pasado veinte años de «Torremolinos 73» (2003), su primer largo, y once de «Blancanieves» (2012), su obra más premiada.
Valeria Bruni Tedeschi pide paso y espera un lugar en ese olimpo francés de las autobiógrafos audiovisuales con “La gran juventud”, película que ahora comienza su recorrido en Filmin y que todavía puede recuperarse en los Golem Verano.
Más allá de la monumental presencia de Stanley Kubrick, estadounidense autodesterrado en Gran Bretaña donde desarrolló la mayor parte de su carrera tardía; en los años 80, los de Margaret Thatcher, pasaron muchas cosas en la patria de Dickens y Chesterton. Pocas fueron buenas.
Aunque la primera tentación, la más perezosa, sugiera cruzar “El imperio de la luz” con películas de densa nostalgia e impúdica complacencia al estilo de “Cinema Paraíso”, el filme de s con quien guarda más puntos en común es con “Los Fabelman”, la última y descompuesta película de Spielberg. Ambas giran en torno a las respectivas figuras maternas. En ellas se habla de madres excéntricas, heridas. Y ambas cruzan sus relatos íntimos con la experiencia cinematográficas de sus respectivos hijos, Sam y Steven.
s posible que la jovencísima Catherine Clinch (Ranelagh, Irlanda, 2010) sea en el futuro una dama de la interpretación. Hoy y aquí nos regala una presencia magnética, al estilo de la Ana Torrent de “El espíritu de la colmena” y “Cría cuervos”. Dicho de otra manera, sin ella, “The quiet girl” resultaría muy difícil de imaginar.