La sombra de «Bohemian Rhapsody» (2018), especialmente el éxito económico que el biopic de Freddie Mercury y Queen consiguió bajo la dirección de Bryan Singer, ejerce un mal influjo sobre esta vida ejemplar que hace de Whitney Houston un arquetipo de alma plana y de ningún recoveco.

Los restos de Nureyev descansan desde el 13 de enero de 1993 en el cementerio ruso de Sainte-Geneviève-des-Bois en Francia. Se trata de un gesto de ratificación identitaria, dado que Moscú y París, Francia y la URSS fueron los territorios decisivos donde transcurrió la existencia de quien está considerado como uno de los mejores bailarines clásicos del mundo.
Por las venas del bailarín moscovita corría la misma sangre repleta de glóbulos divinos que atravesaba a luminarias como María Callas o artistas como Pablo Picasso.

Narrada bajo el aspecto de un enorme flashback, “Conociendo a Astrid” se centra en apenas media docena de años de la vida de la celebrada autora de Pipi Calzaslargas. Salvo algunos contrapuntos que muestran a una Astrid ya anciana rodeada de cartas con dibujos y dedicatorias de jóvenes lectoras que agradecen su sensibilidad, el 95% del metraje de este biopic dirigido por Pernille Fischer Christensen se centra en el paso crucial de la adolescencia a la maternidad. Es decir, ese tiempo en el que, para la directora y coguionista, se forjó el acervo de la archiconocida escritora sueca.

La película arranca sobre el primer plano de dos sombreros bombín colgados en un perchero. Conforme el encuadre se abre y se ensancha el campo de visión veremos, hablando, a sus dueños; los protagonistas que dan título al filme: Stan Laurel y Oliver Hardy. Estamos, un rótulo así lo indica, en 1937, en unos estudios cinematográficos. La conversación entre Stan y Oliver se ejecuta entre dos espejos colocados de manera estratégica.

Escasamente conocida entre nosotros y, por lo tanto, en absoluto recordada, Lee Israel fue una reconocida autora de biografías que en los años 60 y 70 cosechó notables ventas y un indiscutido prestigio. Fue autora de semblantes como los dedicados a Katherine Hepburn, una inmersión emocional que buceó en la legendaria historia de amor entre la actriz de “La fiera de mi niña” y Spencer Tracy.

Tal vez “Yuli” no sea tan mala como mi opinión dejará entrever. Probablemente entre las personas que acuden en masa a ver el musical de “Billy Elliot”, la mismas que lloraron con el Garci de “El abuelo” y esperan con ilusión la nueva entrega de la denominada trilogía del Baztán de la novelista Dolores Redondo, “Yuli” sea un título recomendable.

En los años 20, en el París del delirio, la libertad y la bohemia, Colette se convirtió en la novelista más leída. Autora de piezas todavía recordadas como “Gigi” y “Claudine”, esta creadora de best-sellers con especial éxito entre lectoras porque en sus obras, al reflejarse ella, se veían muchas, no lo tuvo fácil ni siempre pudo mostrarse a cara descubierta.