Desde que el cine rompió la cuarta pared y, en especial, a partir de la nouvelle vague, o sea cuando los fantasmas del nazismo y el horror de las bombas atómicas sobre Nagasaki e Hiroshima, pusieron de relieve la necesidad de confiar en lo joven porque lo viejo mata(ba), el cine no ha parado de relatar historias de adolescentes a la deriva.
Cuando han transcurrido cinco partos, diez carreras por los estrechos pasillos de un hospital público en la Francia de Macron y la ultraderecha y un sin fin de sobresaltos, roces, sudores y lágrimas, apenas llevamos diez minutos de proyección de «Matronas».
Lo mejor de «Los indeseables», caprichoso título español de «Bâtiment 5» en una traducción que más que a esta película parece mirar al anterior «éxito» de Ladj Ly, «Los miserables»; nos remite al (uni)verso surrealista del Buñuel de «La edad de oro».
Como en «La cizaña» -probablemente una de las mejores aventuras del Astérix original de Uderzo y Goscinny-, en «La caja de cristal» se asiste al inquietante espectáculo de ver cómo un espacio social, aparentemente en calma, comienza a enturbiarse cuando en el armónico vecindario aparece un personaje que siembra desazón, división y envidia.
Chile, como Portugal, se ubica en un territorio rectangular más largo que ancho visto según las cartografías canónicas. De cualquier modo, recorrerlos de norte a sur cuesta mucho más que atravesarlos del este al oeste. Oscurecidos por la ruidosa sombra de sus vecinos colindantes, se diría que sufren la condena de estar subordinados a Argentina y España respectivamente.
En la plenitud del último tercio, el de resolver -en términos taurinos, en la suerte de la muerte-, Botto da rienda suelta a un enfrentamiento verbal entre su personaje y el de Penélope Cruz. Un poco en la línea de Cassavettes, Cruz y Botto se enfrentan con furia y ruido; muestran sus colmillos y dejan al descubierto la razón de sus heridas.
Nacido en Montreal, aunque parisino de adopción, Éric Gravel reincide con su segundo largometraje en mostrar el entramado laboral desde el punto de vista de la mujer. Y lo hace, en este caso, mutando la piel de comedia de su primer trabajo por la armadura de un melodrama de tonos intensos, relatado al galope y obsesionado con insuflar a su testimonio la contundencia de lo que deja sin aliento.
Florence Aubenas pertenece a una estirpe singular del periodismo (francés) que, si no fuera por personas como ella, se diría que ya se ha extinguido. Figuras así tejen el prestigio y alimentan la leyenda de una profesión que actualmente se mueve entre la precariedad y el clientelismo.
Como los hermanos Dardenne, las directoras y guionistas búlgaras Mina Mileva y Vesela Kazakova empezaron como documentalistas. Ahora, con este su tercer largometraje, “Pequeños Milagros en Peckham Street” (2019), debutan como directoras de ficción.
Ken Loach habla como un hombre de fe. Para él, el mundo, las relaciones sociales y la economía se interpretan bajo la batuta de un eterno duelo entre el bien y el mal. Secundado por su lugarteniente de confianza, el guionista Paul Laverty; Loach lleva desde mediados de los años 90 colaborando con él en todas sus películas. Por eso, “Sorry, We Missed You” responde y obedece a esa naturaleza que impregna lo que se (re)conoce como el cine de Ken Loach.