Bajo el disfraz de una nueva revisitación al Holocausto judío, se agita este hermoso, inteligente y complejo tratamiento cinematográfico sobre el ser humano y su comportamiento social. Sin solemnidad y sin altisonancias «A real pain» aporta mucho más de lo que parece prometer y más de lo que aparenta.
Casi al final de su carrera, cuando los nuevos cines habían sepultado su recuerdo, los hermanos Tavianni resurgieron del silencio con un ensayo audiovisual inclasificable: «César debe morir» (2012).
Cuando en 1979 Werner Herzog rescató y reinterpretó el «Nosferatu» de Murnau, aquel gesto se sabía cuestión política. El director que cuando hace ficción, documenta el sufrimiento y cuando se dice documentalista, convoca los sueños, despertó a Nosferatu para recuperar la propia historia de Alemania, para devolverla al lugar de lo que había existido.
Schrader dedica «Oh, Canadá» al autor literario de esta película, Russell Banks (1940-2023). Se trata de un escritor norteamericano al que Schrader ya había adaptado hace 27 años.
«Cónclave» se desenvuelve en el mismo escenario en el que Nanni Moretti perpetró su «Habemus Papam» (2011). Pero su director, Edward Berger, se adentra en los pasillos del avispero vaticanista con la negra piel de «thriller», al estilo del «Padrino III» (1990) de Ford Coppola.
«Here» se ancla sobre un plano fijo en el que se escenifica todo el tiempo del mundo. Un espacio mínimo para una elipsis eterna que aspira a ser la madre de todas las edades, el paradigma del delirio de Cronos.
«Wicked: Part One» combina la magia del musical con un poderoso mensaje sobre diversidad y emociones humanas. Jon M. Chu logra un vibrante espectáculo coreográfico liderado por Ariana Grande y Cynthia Erivo, cuya química y talento elevan esta historia de protohistoria de Oz a un alegato simbólico y renovador.
Tras filmar «Los duelistas», «Alien, el octavo pasajero» y «Blade Runner», como decía Simon Reynolds sobre Marc Bolan, Ridley Scott se sintió tan fabuloso que empezó a fabular. Desde entonces de sus manos han salido dos decenas de películas de todo tipo.
La Cenicienta posee unos orígenes narrativos que arrancan del Egipto faraónico y la
China milenaria hasta pasar por los Giambattista Basile, Charles Perrault y los
hermanos Grimm. Esa eterna y universal historia (del heteropatriarcado, diríamos
ahora) late en la semilla primigenia que sustenta la pesadilla de «Anora».
Desde que Clint Eastwood dijera aquello de que sigue haciendo cine para que no entre
el viejo, el duro más aterciopelado del mundo cumple años, ya va por los 94, sin dar noticias de esa vejez incapacitante que precede a la muerte.