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Una lectura rápida al cuento original de Andersen nos descubre un relato complejo, terrible y aleccionador. Dos horas largas del filme de Rob Marshall inspirado en el cuento de Andersen, nos aportan un fútil, previsible y aburrido constructo que se mantiene a flote por sus efectos especiales y por la presencia de una Halle Bailey que merecería haber dado con un verdadero cineasta, no con un coreógrafo.

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Lo señala el director, Brett Morgen, desde el mismísimo título: “Ensoñación lunar”. De eso, de una fantasía inaprensible y espectral, de un alienígena de mil máscaras sin ningún rostro real es de lo que trata este documental tan fascinado por la persona que refleja, como obnubilado por el personaje que desde su interior nos habla sin cesar.

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Autor, entre otras, de “Días de fútbol” (2003), “Días de cine” (2007) y “Tenemos que hablar” (2015), David Serrano acaba de salir más que airoso de la serie de televisión “Vota Juan” (2019). Ese proyecto protagonizado por Javier Cámara a partir de la idea de Juan Cavestany y Víctor García León sobre la mediocridad de los políticos de hoy en día, le ha dado “alas” a un director empeñado en responder sin chabacanería a eso que llamamos cine comercial.

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Lo único históricamente ajustado a lo real, lo que existió en este territorio colonizado por Gran Bretaña en el continente indio, en ese tiempo que recrea “RRR”, fueron sus dos protagonistas: Alluri Sitarama Raju y Komaram Bheem.

Concebida con voluntad de creador con mirada propia, la estructura ósea que sostiene este retrato de Elvis lleva el ADN de Baz Luhrmann. En consecuencia sus huesos, ese calcio que le alimenta, exhiben la trayectoria del cineasta australiano que modernizó el “Romeo y Julieta” de Shakespeare, el mismo que barroquizó hasta lo circense la atmósfera parisina de “Moulin Rouge” y el que reinventó el mundo del “Gran Gatsby”.

Hay muchas circunstancias que confluyen en esta adaptación memorable de la no menos valorable obra de Edmond Rostand. La exógena, la que no resulta perceptible en la pantalla, se llena de roces íntimos entre quienes han hecho posible esta adaptación y sus propias vidas.

Cuando los viejos dinosaurios sienten que su tiempo de esplendor agoniza, cantan. Lo hacen para espantar su decadencia, para disfrazar su declinar. La lista es larga; de Wim Wenders a Carlos Saura o Fernando Trueba. 
Es sospechosamente frecuente que algunos directores se refugien en el cine musical para sortear la desactivación de lo que su cine significó en su origen.