En la apertura de «Cuando cae el otoño», Ozon (París, 1967), da la clave del secreto que atraviesa al personaje central de esta película protagonizada por Hélène Vincent. Eso de lo que no se habla, todo lo que se silencia, tiene que ver con el pasado.
Sobre los dos cadáveres con los que se cierra este «Puntos suspensivos» de David Marqués sobrevuelan muchas y buenas referencias. Pertenecen a lo propio del cine y de la literatura más oscura.
Simón Casal de Miguel y su «Justicia artificial» pertenece a esa tierra de nadie en la que se mueven algunos realizadores españoles más distantes que ajenos a las catequesis del cine de autor que tanto se protege desde algunos festivales, universidades y grupos de poder del cine contemporáneo.
Hace 8 años, Ella Rumpf se dio a conocer como la intérprete de Justine, una joven de 16 años, educada en una familia vegetariana cuyo despertar sexual desataba una ferocidad caníbal. La dulce fragilidad de Justine, esa hambre oceánica de placer y comida, provocaba una gélida desazón.
Un parpadeo repetido suele ser la clave para detectar una mentira. O una señal de socorro de quien no puede hablar, bajo la (o)presión de una amenaza cercana. Ambas cuestiones, el miedo y la impostura, rondan una de las peores lacras del siglo XXI consecuencia del origen de nuestras sociedades, los abusos y maltratos machistas.
Shyamalan, ya se ha señalado en otras ocasiones, comparte con David Lynch una referencia común, la ciudad de Filadelfia, ese corazón de la América profunda donde la legendaria «Liberty Bell», la campana rota, ofrece al turista su herida abierta como si con ella se pudiera contener la pesadilla que cada día hunde más a un país víctima de su mentira.
En el comienzo de este filme inquietante, sórdido y enfermo está «La matanza de Texas» (1971) de Tobe Hooper. Sin ella «De naturaleza violenta» no podría haber existido. De aquellos genes, estos miedos. De aquellos excesos, estos horrores.
Tras más de treinta años como director de fotografía, Benoît Delhomme, que empezó junto a Tran Anh Hung, debuta como director de cine cumplidos los 62 años y al frente de un reparto con dos extraordinarias actrices: Jessica Chastain y Anne Hathaway.
Cerca, mucho más cerca a «Les Revenants» (2004) de Robin Campillo que al legado de George A. Romero, Thea Hvistendahl (Oslo, 1989) debuta con un filme lúcidamente triste, desconsolado hasta el dolor y apesadumbrado sin remedio.
Ambientada en los años 20, en la ciudad costera de Littlehampton (Inglaterra), y con destellos de aquel cine coral europeo que se practicó cuando la pesadilla del holocausto nazi se diluía en el fondo del pantano de la Historia, «Pequeñas cartas indiscretas» amaga con asomarse al paisaje retratado por las «comedias Ealing».