Un parpadeo repetido suele ser la clave para detectar una mentira. O una señal de socorro de quien no puede hablar, bajo la (o)presión de una amenaza cercana. Ambas cuestiones, el miedo y la impostura, rondan una de las peores lacras del siglo XXI consecuencia del origen de nuestras sociedades, los abusos y maltratos machistas.
Shyamalan, ya se ha señalado en otras ocasiones, comparte con David Lynch una referencia común, la ciudad de Filadelfia, ese corazón de la América profunda donde la legendaria «Liberty Bell», la campana rota, ofrece al turista su herida abierta como si con ella se pudiera contener la pesadilla que cada día hunde más a un país víctima de su mentira.
En el comienzo de este filme inquietante, sórdido y enfermo está «La matanza de Texas» (1971) de Tobe Hooper. Sin ella «De naturaleza violenta» no podría haber existido. De aquellos genes, estos miedos. De aquellos excesos, estos horrores.
Tras más de treinta años como director de fotografía, Benoît Delhomme, que empezó junto a Tran Anh Hung, debuta como director de cine cumplidos los 62 años y al frente de un reparto con dos extraordinarias actrices: Jessica Chastain y Anne Hathaway.
Cerca, mucho más cerca a «Les Revenants» (2004) de Robin Campillo que al legado de George A. Romero, Thea Hvistendahl (Oslo, 1989) debuta con un filme lúcidamente triste, desconsolado hasta el dolor y apesadumbrado sin remedio.
Ambientada en los años 20, en la ciudad costera de Littlehampton (Inglaterra), y con destellos de aquel cine coral europeo que se practicó cuando la pesadilla del holocausto nazi se diluía en el fondo del pantano de la Historia, «Pequeñas cartas indiscretas» amaga con asomarse al paisaje retratado por las «comedias Ealing».
Todavía sin saber qué nos aguarda, Antonio Méndez Esparza envenena la banda sonora de su filme con una música estridente, enervante. Apenas se escucha el diálogo de dos mujeres martirizado por una música extradiegética cuya perturbadora presencia nos da la clave.
Formalmente irreprochable, «El asesino» ha sido filmada con la precisión de un geómetra esclavizado por el lujo. En esta «still life» la poderosa sombra de Netflix vuelve a ser sospechosa de banalizar lo que toca en aras al éxito de audiencia.
Por tercera ocasión consecutiva coinciden en esta revisitación de evidente éxito comercial al mundo de Agatha Christie, el actor y director Kenneth Branagh, el guionista Michael Green y la citada herencia literaria de Christie, centrada en sus novelas dedicadas a Hércules Poirot.
Aunque solo sea por los buenos tiempos que Neil Jordan nos ha regalado, podemos incluir en ellos desde “Mona Lisa” a “Entrevista con el vampiro”, de “Michael Collins” a “Juego de lágrimas”, sería una imperdonable descortesía no prestar atención a sus nuevos trabajos. Cierto es que Jordan, que acaba de cumplir los 73, hizo lo mejor de su cine en el siglo XX, cuando su Irlanda natal se desangraba en una lucha fratricida.