Al concluir las casi dos horas de «El caso Goldman», se impone el regusto amargo de percibir lo mucho que ha cambiado la sociedad francesa y europea en estas últimas décadas.
Al parecer miembros de la familia Marley han alimentado este monstruo que devora la figura del autor de «Exodus». Es sabido que de las buenas intenciones y de las pequeñas ambiciones dios nunca nos libra. De modo que «Bob Marley: One love», un errático biopic dirigido con poca cabeza y corazón en ruinas por Reinaldo Marcus Green, deviene en un extraño homenaje del que Marley hubiera salido por patas.
Se ha reiterado en diferentes crónicas y reseñas sobre el filme de Sofia Coppola, como si eso fuera una virtud añadida, que frente al retrato masculinizado de Elvis Presley de Baz Luhrmann, centrado en la jaula de oro en la que se convirtió su vida, aprisionado en sus últimos años en Las Vegas, “Priscilla” cultiva un tono más femenino, más sereno, más intimista.
Alexander Payne practica un cine sosegado. Sus películas poco tienen que ver con esas cintas del metaverso y los efectos especiales en las que tanto dinero invierten los ejecutivos de Hollywood.
Aunque todos y cada uno de los recovecos que conforman esta biografía levantada sobre la novela de Gerard Jofra, el hijo mayor de Eugenio, huelan a verdad, David Trueba no puede evitar la sospecha de que su acercamiento al famoso humorista catalán ha sido forjado con el hándicap de excesivos filtros.
Robin Campillo pertenece a una generación de cineastas franceses nacida en el campo de juego establecido por la Nouvelle Vague. No lo tuvieron fácil. Cuando llegaron a la adolescencia, el negocio del cine había sufrido la invasión infantiloide de los Spielberg-Lucas; los efectos especiales reinaban por encima de un buen guión y el (ocio del) mundo se había cansado de los experimentos formales, del cine-ensayo y de la modernidad.
El cornezuelo, un hongo que frecuenta las espigas del centeno y que desde hace siglos se utiliza(ba) como método abortivo, da título al segundo largometraje de Jaione Camborda con el que esta guipuzcoana afincada en Galicia ganó la última Concha de Oro del Zinemaldia. Se advierte que tal galardón no garantiza apenas nada.
Cuando Nanni Moretti filmó «Caro diario» (1993) acababa de cumplir los 40 años. Era, como su título explicita, su pieza más personal, un filme autobiográfico que debe entenderse desde una compleja red de espejismos ficcionados. «El sol del futuro», otra obra radical de autoficción, nació cuando Nanni Moretti iba a cumplir, el pasado 19 de agosto así lo hizo, 70 años.
Empezar con “El garrotín” de Smash y titular la película con un tema mítico de las Grecas, predispone a soñar que nos espera una película tensa e intensa, aunque se intuya que aquí nos aguarda material histórico ablandado por la nostalgia.
Fuera de contexto, sin saber qué lo provoca, un gemido puede ser emitido y percibido como consecuencia del placer o del dolor. A veces surge como fruto de ambos. El camino del éxtasis sabe del goce sexual pero eso no excluye otras rutas que surquen el sufrimiento; de eso y de Sade, claro está, iba “Martyrs”, filme radical de rechazos masivos y admiraciones extremas.