En un fugaz pantallazo de móvil, Todd Field nos avisa, a través de Lydia Tár (Cate Blanchett), que la imagen pertenece a la habitación del hotel donde se hospeda Plácido Domingo. Nunca se volverá a citar al tenor español acusado de depredador sexual; pero la mención es suficiente para percibir que Lydia Tár ha sido gestada con la misma esencia.

“Babylon” es hija de la desmesura y, en consecuencia, solo el exceso y desde el exceso puede ser redimida. Pero recapitulemos. Sorprende el alto riesgo asumido por Damien Chazelle, director y guionista en “Babylon”, filme que en EE.UU. ha colisionado con una taquilla tan gélida como la tibia respuesta crítica de quienes antes le aclamaron.

Como un huevo Kinder, cuesta trabajo determinar si lo que importa en “Decision to Leave” habita en su armadura de “thriller” o en su corazón de romance melodramático. Tal vez el secreto de su magnetismo resida en no saber qué nos atrapa porque, en la vida, las cosas nunca seducen por lo que queremos creer.

El cine de Diego Lerman (“La mirada invisible”(2011) y “Una especie de familia” (2017), no se conforma con adecuarse a las directrices del cine comercial. Siempre hay en él, un toque de compromiso con lo que le circunda; ese “algo más” que imprime a sus historias un evidente contenido de beligerancia y crítica, de descripción y contestación.

De bandera danesa pero aflicciones iraníes, “Holy Spider” parece adentrarse en parecido terreno al que dio a Bong Joon-ho su proyección internacional: “Memories of Murder” (2003). Como se recuerda, o como se puede rastrear, el director de “Parásitos” emitió señales inequívocas de su talento con un oscuro “thriller”…

Todo, como es costumbre en las últimas obras de Hong Sang-soo, aparece en gris. Todo se tiñe en matices y sutilezas que se agitan entre el blanco y el negro y que rara vez se muestran blancas o negras. Todo es gris salvo ese estallido de color al final del relato que rueda la novelista a la que referencia su título.