Cuando Coppola realizó «La ley de la calle» (1983) tras los destellos luminosos de «El
Padrino I y II» y «Apocalypse Now», el director norteamericano se asfixiaba en su
tiempo de naufragio. Su «Corazonada» se había estrellado y su experimento con
Wenders, «Hammett», habia acabado en medio de un estrépito de desavenencias y
desacuerdos.
No deja de sorprender que sean cineastas veteranos quienes con más firmeza levantan hoy las barricadas fílmicas más beligerantes contra el estado de las cosas actual. Cada vez más obtuso, más estúpido, más egoísta.
Cuando empezó a gestarse “Tori y Lokita” habían pasado 25 años del estreno de “La promesa”. Entre ambos se extiende, metafóricamente, un puente de extraordinarios textos y fiel a un ideario de prístina coherencia; aquella que aboga por el respeto de los derechos humanos.
Nely Reguera pasa de lo familiar e íntimo, de lo conocido y personal a adentrarse en la tragedia de los campos de refugiados en Grecia.
La María de Bárbara Lennie, una joven profesional, escritora en ciernes, que dedicaba su vida a cuidar de su padre viudo, no está nada lejos de esta abuela con el rostro de Carmen Machi, doctora jubilada sin nietos, que trata de dar sentido a su existencia ayudando a otros
Título Original: BLUE BAYOU Dirección y guion: Justin Chon Intérpretes: Justin Chon, Alicia Vikander, Mark O’Brien, Sydney Kowalske, Linh Dan Pham, Susan McPhail y Martin Bats […]
Como los hermanos Dardenne, las directoras y guionistas búlgaras Mina Mileva y Vesela Kazakova empezaron como documentalistas. Ahora, con este su tercer largometraje, “Pequeños Milagros en Peckham Street” (2019), debutan como directoras de ficción.
El contexto podría ser el escenario de “El odio” (1995), el filme de Mathieu Kassovitz con el que se consagró Vincent Cassel. En cambio, el texto, parece adentrarse en el laberinto emocional de “Training Day” (2001), la implacable pieza de Antoine Fuqua que enfrentaba a Denzel Washington y Ethan Hawke con la presencia siempre densa e impactante de Eva Mendes.
“El gallo es valiente y fuerte” repite una monitora gubernamental que trata de iniciar a un grupo de inmigrantes en la ciudadanía francesa. “El gallo es francés”, mascullan los integrantes del grupo mientras, uno a uno, son invitados a escenificar teatralizando el contenido de “La Marsellesa”.
La acumulación de relatos no siempre contribuye a mejorar una película. En definitiva, a veces, sumar significa restar. Aquí, ese acumular acaba por malograr lo que llevaba dentro. Con esa piedra tropieza el guion de “Adú”. Se ha emborrachado de carpintería argumental. Por un error de cálculo, se refuerzan y subrayan tanto las situaciones de lo que se desea denunciar que esa exageración corroe su autenticidad. Desde el minuto uno a “Adú” le pesa tanto la hipérbole como le falta la magia del duende y la llama de la emoción.
Hay dos líneas narrativas muy diferentes en este relato. Dos narraciones que se mueven en la misma geografía. Esas realidades, casi opuestas, sirven a Gianfranco Rosi para construir un filme estremecedor. Esa dualidad se pone de relieve en su mismo título: Fuego en el mar. No es tanto un proceso dialéctico como una combinación que no encaja. Un cruce que conmueve por lo que cuenta.