La precisa prosa de Stefan Zweig, fielmente aliada con el retruécano y la sutileza, rendida en sus novelas a personajes femeninos casi siempre atrapados por su condición, hubiera necesitado de un autor más inspirado que el danés Bille August.

Escritor antes que director, Olivier Treiner debuta con un largometraje en el que pesa más la letra que la imagen. De ahí que su esqueleto termine por asfixiar la empatía de sus principales personajes quienes, pese a su buen oficio, se van perdiendo cada vez más en la idea pretextual de su origen. Un leit motiv demasiado denso para tan escasa capacidad audiovisual.

Con el declinar de los grandes cineastas italianos surgidos del neorrealismo, cuando el final de la guerra empezó a parecer lejano ante los nuevos problemas que sacudían a la Italia de la prosperidad, apareció un cineasta singular y, hoy lo sabemos, de extraordinaria coherencia, llamado Marco Bellocchio.

A algunas películas se las ve venir desde el minuto uno. Si además, como en este caso, vienen firmadas por un cineasta veterano cuya coherencia no cede a tentación alguna, su visión se convierte en un acto de confirmación, un suspiro de reafirmación. Así pues, “El caso Braibanti” crece sobre un gesto de fidelidad extrema.

A “Un blanco fácil” lo que le da sentido, le aniquila. Basada en hechos reales, una vez más, la servidumbre a lo inmediato y el miedo a la posible denuncia si se proyectan acusaciones nominales al poder -con o sin pruebas-, terminan por matar a la verdad. Es muy probable que los hechos, en su inmensa mayoría, transcurrieran como Jean-Paul Salomé muestra.

Esta semana, James Ivory cumplirá 95 años. Cuando cumplió 89, recibió el Oscar al mejor guión adaptado por “Call me by your name”. Pero hacía más de diez años que no dirigía. Forjó junto con su compañero y productor Ismail Merchant, un puñado de hermosos filmes donde habitan intactos algunos de los más delicados y bellos retratos de la relación homoerótica.