El hombre lobo, como decía Michel Foucault al hablar de Nietzsche, representa la frontera exterior. Habita en él, como en el filósofo de «El Anticristo», una especie de tosquedad, de rusticidad propia del campesino de las montañas. Al otro lado, en la frontera interior, duerme el vampiro.

Cuando en 1979 Werner Herzog rescató y reinterpretó el «Nosferatu» de Murnau, aquel gesto se sabía cuestión política. El director que cuando hace ficción, documenta el sufrimiento y cuando se dice documentalista, convoca los sueños, despertó a Nosferatu para recuperar la propia historia de Alemania, para devolverla al lugar de lo que había existido.

«No hables con extraños» se puede definir como un modelo, como un mal viaje y como un thriller perturbador y molesto. Es modelo de imitación, un fiel exponente de ese vampirismo hollywoodense que, agotado de repetirse, no duda en comprar de cualquier parte del mundo lo que olfatean como carne de éxito.

Estrenada en algunas salas como antesala de su presentación en Filmin, «El último Late Night» de los hermanos Cairnes ya se reconoce como obra de culto. Esta cita «con el diablo» que triunfó en la última edición del festival de Sitges, se comporta como una película de referencia; un texto relevante sobre el cine de terror de la tercera década del siglo XXI cuya proyección crecerá, por lo que conviene no perderse este estreno restringido.