El soldado Franz Streitberger , protagonista de «El zorro», fue en la vida real el bisabuelo de Adrian Goiginger, el director de esta película que se adentra en el horror de la guerra sin recrear las habituales escenas de carnicería humana.
Aspirante firme al Oscar a la mejor película, “1917” recrea, en un maratoniano plano secuencia de dos horas, la odisea de un soldado británico en una carrera desesperada para avisar a sus compañeros de que están a punto de ser víctimas de una trampa letal.
En apenas unos meses, cuatro películas de ADN anglosajón han recreado los días de sangre, sudor y lágrimas que, durante los primeros años 40 del pasado siglo XX, vivió Gran Bretaña. Dos rinden culto al señor Winston: Churchill de Jonathan Teplitzky y ésta que ahora nos ocupa, El instante más oscuro. Una se centra en el desembarco de Normandía y la otra se aplica en sublimar la retirada de Dunkerque.
En guerra esta forjada con textos que se expanden dejando, en los intersticios, recovecos de interrogación ética que encenderán apasionadas conversaciones. Porque es de la pasión, de la emoción y de lo propio de la condición humana, de lo que aquí se trata. Conocemos bien el universo de Tobias Lindholm, su director y guionista, y sin duda, En guerra refleja perfectamente las claves de su dietario. De Tobias Lindholm hemos sabido por sus colaboraciones como guionista junto a Thomas Vinterberg.
Chistopher Nolan (30 de julio de 1970), apenas había cumplido los nueve años cuando Coppola dirigió “Apocalypse Now”. Con “Platoon”, de Oliver Stone tenía 16 años y, meses después, cuando se disponía a alcanzar la mayoría de edad, supo de Kubrick y “La chaqueta metálica”. El estreno de “Salvad al soldado Ryan” de Spielberg le pilló a Nolan con 28 años y con su primera película bajo el brazo, “Following” (1998).
Lo que vivió Europa entre los años 30 y 40 del pasado siglo fue un infierno del que no cesan de aflorar sus espantosas miserias. En ese reparto entre culpables y víctimas, 70 años después de los hechos, se impone poco a poco una reescritura de los delitos y faltas de poderes, ciudadanos y familias más allá del juego perverso de asumir y aceptar que la historia la escribe quien la gana.
Diez años separan Hasta el último hombre de Apocalypto. En ese tiempo, Mel Gibson ha sufrido un calvario lleno de cruces. Un sonado divorcio, numerosos escándalos, declaraciones altisonantes y un desmoronamiento de drogas y alcohol que desembocaron en una aparente serenidad.
La película fundacional del cine USA fue El nacimiento de una nación (1915). Llevamos pues cien años en los que Hollywood nos repite, de vez en cuando, la misma historia. Un relato que, filme a filme, aporta nuevos datos para hacernos entender que pasamos por la vida deslumbrados por el engaño. Creemos saber la verdad cuando desconocemos casi todo. Así, entre las muchas virtudes de Los hombres libres de Jones destaca la de su capacidad para penetrar allí donde otros cineastas, con más nombre y con más dinero, no supieron hacerlo.
Hay muchas películas en ésta, hay muchos tiempos narrativos, hay mucha imprecisión y, entre tanto mucho, todos se olvidan de que habitaba una hermosa historia dentro. Lo que Koldo Serra no ha tenido es un buen guión. Tampoco, a la vista de su contenido, parecería que la mirada de Serra hacía de él la persona idónea para este fresco histórico. En él se muestra, como telón de fondo, el bombardeo de Gernika. Franco dio la orden, los nazis de la legión Cóndor echaron las bombas, los habitantes de un pueblo en cuyo núcleo fundacional se alza un símbolo, fueron las víctimas escogidas de lo que sería la norma de las nuevas guerras del futuro.
Para El francotirador y probablemente para Clint Eastwood, su director, el sistema de valores se concreta en una percepción maniquea del mundo. Según ésta, la condición humana se divide en tres tipos: las ovejas, los lobos y los perros. Los malos, o sea los lobos, devoran a las ovejas que, indefensas, no saben o no pueden hacerles frente.