Cuando Cesc Gay (Barcelona, 1967) no afila su navaja, su cine se precipita hacia el abrazo tierno, Truman (2015). Cuando le sale el instinto canalla, sus películas desnudan lo cotidiano con una mezcla extraña de lucidez, humor y horror, Una pistola en cada mano (2012).
Decir que el cine de Emmanuel Mouret (Marsella, 1970) limita al norte con Eric Rohmer y que desde el oeste recibe la herencia de Woody Allen, no agota las cualidades que le son propias. Actor antes que director y guionista, en «Tres amigas» se hace más evidente que nunca que Mouret posee un instinto singular, personal y certero para desnudar las veleidades del amor, el sexo, el deseo y el romance.
Mientras proliferan en la cartelera comedias grasientas que buscan la sonrisa en lo escatológico, sorprende este relato sin pretensiones ni zafiedad sobre un clásico argumento de enredos y confusión con pulsiones románticas y el fantasma de los celos. Dirigida, escrita y protagonizada en un papel secundario por Bruno Podalydès, «El barco del amor» no navega a la deriva; lo hace por el viejo cauce de la comedia clásica de los años 30 y 40 del siglo pasado.
Woody Allen (Manhattan, 1935), no cree en dios. En consecuencia, cuando la existencia le impone la sombra de la incertidumbre, no puede acudir al «relojero del tiempo» para aplacar su sed de conocimiento. Y no es porque ese relojero divino le fuera a dar respuesta; los dioses no hablan por más que sus fieles escuchen.
Todo en “El inocente” se sabe atravesado por el fingimiento y la afectación. El (in)verosímil determina el fundamento de lo que, más allá de la anécdota argumental que lo sustenta, constituye su identidad. Desde su primera secuencia, cuando vemos a Roschdy Zem, actor y director francés de origen marroquí, se huele que un velo de afectación enturbia nuestra percepción.






