Título Original: JOKER: FOLIE À DEUX Dirección: Todd Phillips Guion: Scott Silver yTodd Phillips Intérpretes: Joaquin Phoenix, Lady Gaga, Brendan Gleeson, Zazie Beetz y Catherine Keener País: EEE.UU. 2024 Duración: 138 minutos
No me dejes
Si sorprendente fue «Joker» (2019) todavía sorprende más -como el anciano de Goya del «Todavía aprendo»- este «Joker: Folie á Deux» (2024) que culmina cantando el «Ne Me Quitte pas» de Jacques Brel. Sin embargo, la reacción que ha provocado esta «locura a dos» ha sido muy diferente. A algunos les ha pasado como con la declaración de independencia de Cataluña, que han viajado de la euforia al estupor sin saber por qué. Al parecer, Todd Phillips y Joaquin Phoenix sostuvieron algunas tensiones y divergencias sobre el destino de Joker. Los dos «locos» del título son ellos. En el filme Lady Gaga asume la dirección de la música y el baile; en la intrahistoria, Phillips carga con un conjunto de decisiones discutidas pero, en cualquier caso, fieles a lo que el director representa.
No se olvide que Phillips escribió «Borat» y que, en esa iconoclasia feroz, como en el sentido del humor de Andy Kaufman, las sonrisas nunca son el preludio de la risa. Al contrario, la risa, cuando irrumpe puede marcar el camino hacia las tinieblas. Hacia la paradoja que nos constituye. El eterno combate que en «La noche del cazador» subrayaba Charles Laughton inscrito en los nudillos de Mitchum.
Como era de prever el «Joker» de Phillips se convirtió en combustible académico, objeto de ensayos universitarios y eje de no pocas conferencias. Con «Folie á deux» la aventura continúa y Phillips crea no una secuela sino la cara complementaria. Como las dos partes del Quijote, este «Joker» hay que verlo de manera unitaria, junto a su precedente; sólo así se puede aprehender plenamente ese viaje por la desesperación y la misantropía.
En esta segunda parte, más oscura, más espesa, más acorralada, las carcajadas de Phoenix/Joker provocan angustia. Alumbrada bajo el escudo de la Warner, Phillips arranca en clave cartoon, con un breve ensayo sobre la sombra y la culpa. En apenas tres minutos queda fijado el sustento conceptual que anima un filme, tal vez fallido, sin duda irregular, pero también ejemplar e inolvidable en sus matices; y en los jirones de piel que se desprenden entre sus idas y venidas. Phillips se apoya en el viejo musical hollywoodense, el de Fred Astaire, para dar salida a la fantasía. Retuerce el referente de la DC Comics, de Gotham y de Batman, pero no para practicar exaltaciones de acné y videojuego sino lamentos cervantinos sobre la condición humana y su crueldad. Sobre la ley, la justicia y su inoperancia. Que Phillips no cree en superhéroes, el Joker lo predica. Esa incredulidad le hace mejor pero, pese a ese «Ne Me Quitte pas», la taquilla siempre da la espalda a lo verdaderamente triste.