Clausurar un festival, más cuando tiene el relieve del SSIFF, suele ser un honor envenenado. Un regalo trampa que la mayor parte de las veces se salda con más discreción que acierto.

En la jornada de clausura, la celebración del palmarés, la fiesta (esta año con mascarilla y a dos metros de distancia) de la gala y la espantada de la mayoría de la crítica que ya ha cumplido su misión, aportan muy poco relieve a quien ostenta el privilegio de cerrar el festival.

Que a la altura del jueves noche, ya se tuviera la percepción completa de lo que ha sido esta sección oficial a competición, era algo insólito. Algo único en la historia reciente del SSIFF que tiene su explicación en la rareza de un año raro. Lo mejor, y dentro de unos años se reconocerá como debe, ha sido la valentía, el esfuerzo y el trabajo del SSIFF para sacar adelante un festival en el que se ha trabajado más que nunca para no escurrir el bulto. Todas las personas con deberes en el SSIFF han dado más que nunca y ante menos público.

En plena conmemoración del centenario de Benito Pérez Galdós, el cineasta Rodrigo Sorogoyen establece una vía, apenas insinuada en sus dos primeros largometrajes, pero establecida férreamente con el tercero y multipremiado “El reino”´. Con ella asume ser notario cinematográfico de la escena política española. Dicha actitud le convierte en un beligerante testigo de cargo de la historia reciente. Al mismo tiempo no esconde que, que se busque la objetividad no significa que se ahoguen las pasiones y compasiones hacia los sujetos que transitan por sus relatos. En ese sentido, Sorogoyen se roza y mucho con todos y cada uno de ellos.

Estamos a casi un siglo del rodaje de “Häxan: La brujería a través de los tiempos” (1922), insuperada e insuperable acta notarial sobre el mundo de la brujería. Aquella obra maestra, cualquier comparación con ella sería grosera, invocaba todos los géneros, todos los ecos y todas las huellas que pudo reunir su autor, el cineasta danés Benjamin Christensen, uno de los directores del cine silente más sugerente y perturbador. Iluminada por las sombras de Goya y las luces de Brueghel, cualquier nueva aportación al tema debe pasar por el cedazo de “Haxan”, la piedra angular de todas las películas sobre brujería.