Qué noche y qué decisión
Título Original: LOCKE Dirección y guión: Steven Knight Intérpretes: Tom Hardy, Olivia Colman, Ruth Wilson, Andrew Scott, Ben Daniels Nacionalidad: Reino Unido. 2013 Duración: 85 minutos ESTRENO: Agosto 2014
De vez en cuando surge una propuesta formal cuya originalidad le confiere un sentido, la hace única. Con frecuencia esa excepcionalidad acaba limitando su desarrollo y, a veces, ahoga la historia que cuenta. En el peor de los casos, sus autores saben que el filme será recordado por haber afrontado ese riesgo estructural. Dicho de otro modo, son películas hijas de un exacerbado manierismo al que le preocupa más el arabesco que la sustancia argumental. Locke, como La soga de Hitchcock, El arca rusa de Sokurov o Buried de Rodrigo Cortés, asume una dificultad en el entramado de su creación. En este caso, se trata de contar toda la película sin abandonar jamás un escenario único y mostrando siempre a un solo protagonista. El tiempo real se encaja casi con el narrativo y durante largos minuto vemos cómo la vida de un hombre cambia por completo al asumir hacer caso a su conciencia.
Había un buen tema en tiempos de dobleces morales y corrupciones colectivas, pero Steven Knight no parece el hombre apropiado para penetrar en disquisiciones filosóficas sociales. Lo suyo es más bien el funambulismo visual. Así que con la complicidad de Tom Hardy, un actor todavía por hacer, la película se precipita hacia ninguna parte. Locke describe un viaje en coche. Quien viaja en él es un hombre de familia feliz y trabajo bien pagado; un triunfador que toma una decisión que conllevará para él y para su entorno, un cataclismo.
La idea da para mucho pero el Steven Knight director se muestra muy superior al Steven Knight guionista. Preocupado por desarrollar nuevos encuadres y por acumular nuevas situaciones, el filme olvida transmitir solidez a su personaje, personaje cuya decisión, a juzgar por lo que se cuenta, resulta incomprensible y tontamente caprichosa.
Había un buen tema en tiempos de dobleces morales y corrupciones colectivas, pero Steven Knight no parece el hombre apropiado para penetrar en disquisiciones filosóficas sociales. Lo suyo es más bien el funambulismo visual. Así que con la complicidad de Tom Hardy, un actor todavía por hacer, la película se precipita hacia ninguna parte. Locke describe un viaje en coche. Quien viaja en él es un hombre de familia feliz y trabajo bien pagado; un triunfador que toma una decisión que conllevará para él y para su entorno, un cataclismo.
La idea da para mucho pero el Steven Knight director se muestra muy superior al Steven Knight guionista. Preocupado por desarrollar nuevos encuadres y por acumular nuevas situaciones, el filme olvida transmitir solidez a su personaje, personaje cuya decisión, a juzgar por lo que se cuenta, resulta incomprensible y tontamente caprichosa.
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