Vie sauvage de Cédric Kahn arranca con una separación traumática y concluye con un acto de perdón. Entre ambos extremos, el espectador puede sentir, si no lo sabe de antemano, que lo que le están contando ha tenido que pasar en la realidad; que eso no está hecho con los mimbres de la invención.

Murieron por encima de sus posibilidades cerraba, fuera de concurso, la presencia del cine español en esta 62 edición de Zinemaldia. Al contrario que La isla mínima, película española que abrió con brillantez el festival, fue el filme de Isaki Lacuesta un débil y autocomplaciente broche final que evidenció dos cosas.