El protagonista desenfocado
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Título Original: EL NIÑO Dirección: Daniel Monzón Guion: Jorge Guerricaechevarría y Daniel Monzón Intérpretes: Luis Tosar, Jesús Castro, Sergi López, Ian McShane, Bárbara Lennie, Eduard Fernández, Jesús Carroza y Said Chatiby País: España y Francia. 2014 Duración: 130 minutos ESTRENO: Septiembre 2014
 
En los años 80, y hasta bien entrados los 90, el cine de Almodóvar, sin duda el más característico y caracterizante de su época, repetía en el debe la misma debilidad. Allí donde el interés de sus tramas alcanzaba el cénit, cuando la energía y la insolencia de sus argumentos planeaba por su zona más abrasadora, Pedro Almodóvar clavaba la cámara para perseguir el rastro de algún personaje mucho más irrelevante que aquel que le hacía grande su película. Esa obstinación por ceder el púlpito a comparsas de mucho glamour y escasa sustancia, ha sido más o menos repetida en buena parte de sus películas. A Alex de la Iglesia le ocurre algo distinto. El creador de El día de la bestia, el director español más capaz de su generación para intuir donde está el buen filón de hierro frente a la llamada de la ganga, suele romperse por las prisas y, en consecuencia, malogra grandes ideas por correr más de la cuenta.
Sin embargo, ambos cineastas, en casi todas sus películas -hay alguna lamentable excepción- han sido consecuentes con sus propias naturalezas. Además es probable que lo mucho de bueno que hay en su cine sea indisociable de sus carencias. Muy diferente es el caso, y aquí la lista se haría larga, de los directores que se ahogan por ceder a la tentación de asegurarse la taquilla. Eso le sucede a El niño al que, desde su mismo arranque, le traiciona su ambición de superar la obra que le precedió, Celda 211. Y desde su mismo título, Daniel Monzón deja claro cuál será su talón de Aquiles: la elección de un protagonista que carece de entidad; ceder la batuta a un personaje cuyo atractivo físico anula toda posibilidad de penetrar bajo la piel que habita. No por culpa del actor sino por una penosa cesión del director ¿a los intereses de la productora?
Concebida como un mercancía para arrasar en la taquilla, diseñada con generosidad como un producto comercial solvente, la cinta cuenta con buen reparto y con medios abundantes. Con ellos, El niño, un enjambre de policías y narcotraficantes, un zoco de magrebíes chocolateros y de rusos decapitadores, alimentan tres líneas argumentales, tres espacios que convergen sin rozarse porque están narrados con diferente tono e intensidad.
De un lado, el entramado policial hecho de ecos de serie negra con un Tosar dispuesto a darle a Monzón lo que a éste ya no le interesa. Del otro, un Jesús Castro lanzado a tumba abierta deseoso de convertirse en la alternativa al Mario Casas de Tres metros sobre el cielo. Y entre ambos, un puñado de “villanos” tan arquetípicos como planos, tan irrelevantes como insípidos. Si la fuerza de un héroe la da su enemigo, los que aquí se dan cita, nada pueden sostener porque como antagonistas son nada; dibujos sin densidad, estatuas sin cabeza. Pese a que lo relevante se agita en los entramados del grupo de policías, a Monzón y su coguionista se le antoja enfocar a El niño (y a su niña) a costa de echar del plano a los demás. Ese ¿error? de cálculo lleva al filme a agitarse entre algunas escenas de acción de notable factura, de las que en Hollywood resuelven los directores de la segunda unidad, algunos atisbos de que Tosar logre imponerse a la poca gracia de su peluquera, y la certeza de que la chavalería se conforme con el atractivo de ese niño aplicado en cuerpo y alma a mostrar lo mejor de su fuselaje a costa de demostrar que quien busca vender entradas, tal vez las venda, pero a cambio de cargarse la película (en la que el personaje de Tosar creía).
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