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Insólita crónica de un siglo joven
BOYHOODTítulo Original: BOYHOOD Dirección y guión: Richard Linklater Intérpretes: Patricia Arquette, Ellar Coltrane, Lorelei Linklater y Ethan Hawke Fotografía: Lee Daniels y Shane Kelly Montaje: Sandra Adair País: USA. 2014. Duración: 165 minutos ESTRENO: Septiembre 2014
Desde su mismo título, este filme de génesis insólita y resultados formidables, se atrinchera en una línea de calculada ambigüedad. Polimorfo, mastodóntico y arriesgado, su existencia ofrece al público un despliegue de incontables lecturas. De hecho, su autor, Richard Linklater ha contribuido con sus declaraciones a ahondar en ese juego de apariencias. Porque, tras un rodaje de paciencia infinita, concebido a lo largo de doce años, con un total de 39 días de rodaje, poco más de tres días por año, Linklater decía que, en realidad, su película podía haberse titulado Parenthood. Era su manera de declarar que no se trata de reflejar la juventud ni la madurez, no son los hijos ni los padres los que aquí dan sentido al filme, sino el tiempo y su corrosivo poder “ablandador”.
Como se ha escrito suficientemente sobre las peculiaridades del rodaje en el que vemos a su joven protagonista pasar de los 6 a los 18 años, imagen que es la que preside la presentación de la película, convendrá centrarnos en algunas de las líneas subterráneas que se ocultan más allá de ese rostro del paso de un niño a la mayoría de edad. Vaya por delante el reconocimiento al extraordinario talento de Richard Linklater, un cineasta de paciencia notable y de ambición controlada que ha sabido diseccionar las relaciones humanas cotidianas en un tiempo en el que lo descomunal, lo anecdótico, lo extraordinario era la única vía de acceso a las carteleras. Boyhood merece ser leída y vivida varias veces. Dura 165 minutos que parecen hora y media. Y con cada (re)visión, su contenido más sorprende y más apabulla. Dotada de la enorme sencillez de quienes más saben, habría que evocar el legado de Rosellini, Bergman, Kiarostami y Ozu para poner a su lado la obra de Linklater.
En Boyhood hay mucho más que una proeza inaudita. Lo que pesa y da densidad a su contenido no habita sólo en esos doce años de perseverante observación. Lo prodigioso no anida en el milagro de que en ese tiempo sus actores principales no se hayan rendido ante esta aventura. Con ser ejemplar esa manera de concebir el cine -ha habido experiencias cercanas-, lo fundamental nos aguarda en lo que silenciosamente se oculta; en las arrugas de la vida, en ese lenta e inexorable debacle que provoca el cáncer del tiempo. Los hijos crecen; los padres, envejecen. Y en esa deriva, Linklater radiografía su América profunda. La del rifle y la Biblia; la de los sueños perdidos y las penas acumuladas. Su propia hija forma parte de la experiencia. Su propia historia nutre lo que no deja de ser sino una escalofriante historia monstruosa. Ethan Hawke y Patricia Arquette cruzan el umbral de la impostura para escanciar la verdad movidos por un cineasta de mirada honda y rigor extremo.
Boyhood gira en torno a los más terribles de todos los ogros que habitan en el laberinto del alma; el del envejecimiento (más allá de la edad) y el de la retirada. A lo largo del filme, con la mirada siempre pasivamente templada de su joven protagonista, con el contrapunto rápido y voraz de su joven hermana, Linklater nos acongoja con metamorfosis demoledoras. El alcohol, el dinero, la soledad y la imposibilidad de conseguir los sueños de la juventud montan las cabalgaduras de un Apocalipsis del presente. Boyhood lo retrata y nos mira a la cara para que sea cada uno quien dé respuesta si la halla.

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