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Descerebre a la americana
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Título Original: NEIGHBORS Dirección: Nicholas Stoller Guión: Andrew J. Cohen y Brendan O’Brien Intérpretes: Seth Rogen, Rose Byrne, Zac Efron, Dave Franco, Christopher Mintz-Plasse y Lisa Kudrow Nacionalidad: EE.UU. 2014 Duración: 96 minutos ESTRENO: Mayo 2014
Nicholas Stoller, profesional británico enrolado en la industria norteamericana, presenta unas credenciales que, si se estrujan,dan como mínimo común denominador la búsqueda del éxito popular a cualquier precio. Dicho en clave industrial, Stoller milita en ese cine llamado comercial que huye del riesgo casi tanto como del talento. Su mayor servicio consiste en revalorizar el hacer de otros profesionales que saltan sin red y que no temen enfrentarse al peligro del rechazo que genera lo políticamente incorrecto. Lo curioso es que ese sector del público que pide hoguera y censura para algunos de esos artistas del exceso, aplaude la ordinariez y el sinsentido del cine que ejemplifica Malditos vecinos. Paradojas sin misterio.
Recordemos que Stoller ha sido el guionista del pasado éxito de The Muppets, personajes para los que acaba de escribir otro guión. Y que su cine se empeña en elaborar comedias románticas para adolescentes de barrios altos. Para ellos este Malditos vecinos significa algo así como la máxima expresión de la irreverencia. Secuencias como la pelea de penes, las fiestukis desmadradas y el desmelene de rayas y polvos encierran una moraleja tan reaccionaria como aburridos y previsibles resultan sus contenidos. Una pareja de lelos integrales, padres primerizos de un bebé que es, con mucho, el mejor actor de todo el reparto, ven amenaza su tranquilidad en una urbanización de esas que son insostenibles y que llevarán al mundo a su desastre definitivo, porque, en la casa de al lado, se instala una comunidad de estudiantes. El piso de los vecinos se transforma en sede oficial de fiestas ininterrumpidas ante las que primero a buenas y luego a cara de perro, la familia y los estudiantes inician una batalla de previsibles resultados. Lejos, muy lejos de la desvergüenza de los hermanos Farrelly, unos genios comparados con Stoller, y sin poder sostener el pulso a la serie de Albóndigas y otros subproductos adolescentes, Malditos vecinos solo ofrece un catálogo esperpéntico del mal gusto y el ningún sentido. Y además, ocupa salas y deja sin cine al público que se resiste a desaparecer.Su mayor servicio consiste en revalorizar el hacer de otros profesionales que saltan sin red y que no temen enfrentarse al peligro del rechazo que genera lo políticamente incorrecto. Lo curioso es que ese sector del público que pide hoguera y censura para algunos de esos artistas del exceso, aplaude la ordinariez y el sinsentido del cine que ejemplifica Malditos vecinos. Paradojas sin misterio.

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