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3.0 out of 5.0 stars

Título Original: FURIOSA, A MAD MAX SAGA Dirección: George Miller  Guion: Nick Lathouris y George Miller Intérpretes: Anya Taylor-Joy, Chris Hemsworth, Tom Burke y Alyla Browne  País: Australia. 2024  Duración:  148 minutos

El origen y la farsa

Se le adjudica a Karl Marx, en el comienzo de su «Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte», una frase epitáfica: «la historia ocurre dos veces: la primera como una tragedia; la segunda como una farsa».  El filósofo alemán, Karl Marx, alumbró esa cita, en la que se cifra el nacimiento del concepto de proletariado y la lucha de clases, en marzo de 1852. Justo cuando la Revolución Industrial ya había afilado sus colmillos y estos empezaban a devorar.

Precisamente así, «Primero como tragedia, después como farsa», tituló  Slavoj Zizek una de sus obras más leídas para «ensayar» su convicción de que con los ataques del 11S y el colapso global de la usura bancaria «el liberalismo ha muerto dos veces: como doctrina política y como teoría económica».  Las negras premoniciones rebosantes de ¿ingenua? esperanza de uno y otro, o sea aquellos fantasmas que atravesaron el siglo XIX y el siglo XX, se proyectan en esta fábula distópica, «Mad Max», creada en 1979 por George Miller.

Se trata de la franquicia que consagró a George Miller y a Mel Gibson y que, ahora, con «Furiosa», nos relata el amanecer de un nuevo matriarcado, tan oportuno como oportunista a la vista del naufragio de un machirulismo tabernario y (per)judicial. De eso va esta distopía sin fe que tiene como reina/diosa a Anya Taylor-Joy. De un proletariado con olor a macho que parece inspirado por la furia etílica de los hinchas de un equipo de fútbol el día de la final. De eso y del fracaso de un sistema económico donde la codicia impone su ley de muerte, porque ahora los cadáveres están demasiado lejos y la sangre no se huele a través del ordenador.

«Furiosa: De la saga Mad Max», el quinto -cuarto en su verdadero orden cronológico interno- capítulo de la saga Mad Max, tiene preocupados a sus inversores porque las primeras cifras recaudatorias tras su estreno amenazan debacle. Una doble debacle porque a la incertidumbre por el negocio se le une la certeza de que esta vez el 79 cumpleaños de George Miller se le ha atragantado más de lo esperado. «Furiosa» concluye donde «Mad Max: Furia en la carretera» arranca, pero entre ambas se produce un considerable e irresoluble salto de tono. Cuando Miller alumbró «Mad Max», las fuentes que le rodeaban provenían de la edad de oro del mundo del cómic, el del Métal Hurlant de  Philippe Druillet, Jean-Pierre Dionnet, Bernard Farkas y, sobre todo, Jean Giraud «Moebius».  Eran los setenta y en los últimos estertores de la década se cocieron obras como «Dune», «Alien», «Blade Runner» y «Tron». Moebius era el profeta y desde George Lucas a Jodorowsky, todos solicitaban su talento.

Luego, el propio Moebius daría paso a los maestros japoneses. De Tezuka a Otomo y su «Akira», de Miyazaki y el imperio Ghibli al feliz advenimiento del anime. Fue el de Moebius, un ejercicio de reconocer y ser reconocido. En ese caldo de cultivo también habría que anotar la presencia de «Kamikaze 1999 (El último combate)» (1983) de Luc Besson, un filme demoledor en prístino blanco y negro que ahora reivindica George Miller y que utiliza para la versión «director´s cut» de sus dos últimas entregas, aunque en cine luce a todo color.

En ese tiempo de renacimiento, «Mad Max. Salvajes de autopista» (1979), «Mad Max 2. El guerrero de la carretera» (1981) y «Mad Max 3. Más allá de la cúpula del trueno» (1983) se transformaron en leyenda. Esa que hoy, con «Furiosa», se mantiene en pie por la impactante belleza de sus escenarios, por el ingenio demencial de sus diseños automovilísticos y por el tesón de un ritmo y una banda sonora de altos decibelios y acertada intuición.  Anya Taylor-Joy aguanta el tirón, pero George Miller se siente debilitado por el exceso de efectos digitales y por ceder a la tentación de abrazar el humor ante la sensación de que repite lo que ya había contado. Como acontece con los espectáculos de la Fura dels Baus, mareados de reciclar lo que en sus orígenes era original, «Furiosa» aporta instantes hipnóticos junto a muchos minutos para dormir; extraña mezcla que termina por transmitir una incómoda sensación. Solo nos deja el cinismo y el despilfarro. Escaso equipaje para un tiempo que se llena de augurios nada estimulantes pese a que sus imágenes nos devuelvan los mejores hitos del pasado. Del Moebius que late oculto en el «Dune» de Lynch al Otomo del retrofuturo.

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