Decidido a no hollar un territorio común, empeñado en caminar por donde casi nadie transita, Isaki Lacuesta se mueve por un espacio singular e inacotado que poco o nada tiene que ver con el que ocupa la mayor parte de la producción cinematográfica española.
La semilla germinal que ha hecho brotar a esta «Víctima imperfecta» era un cortometraje: «Une soeur» (2018). Se trataba de una idea poderosa que giraba en torno a una imagen demoledora en torno a los tres principales protagonistas de «Víctima imperfecta».
La primera secuencia de «El último verano» se repite invertida en sus instantes postreros con un paradójico y amargo sentido. En la apertura vemos cómo Anne, la implacable y resolutiva abogada interpretada con autenticidad abrasiva por Léa Drucker, alecciona a una joven adolescente víctima de una violación.
Manolo Kabezabolo (Manuel Méndez Lozano, Zaragoza, 1966), pertenece al universo inencasillable de los versos libres. En algún lugar olvidado, pero cerca de Evaristo de la Polla Records, y de Eskroto (Marco Antonio Sanz de Acedo) de «Tijuana in blue», se ubica este cantautor punk cuya peripecia vital resulta tan dantesca como irreductibles se muestran las letras de sus canciones.
Como en «La cizaña» -probablemente una de las mejores aventuras del Astérix original de Uderzo y Goscinny-, en «La caja de cristal» se asiste al inquietante espectáculo de ver cómo un espacio social, aparentemente en calma, comienza a enturbiarse cuando en el armónico vecindario aparece un personaje que siembra desazón, división y envidia.
Las páginas de la Biblia, sus esotéricos relatos, siempre preñados de doble sentido, siempre minados con aleccionadora intención, alimentan buena parte de los guiones cinematográficos que en Hollywood, y no solamente allí, se filman cada día.
Productores de cuatro países, Estados Unidos, México, Canadá y Dinamarca, unen esfuerzos para sacar adelante el segundo largometraje como director de Viggo Mortensen. Ese carácter, que más que internacional posee vocación universal, recorre como espina dorsal un relato de amor disfrazado de western.
Con «Nina», su segundo largometraje, Andrea Jaurrieta certifica su condición de cineasta. Con solo dos títulos ha conseguido evidenciar una voz propia y singular, una capacidad de trabajo solvente y un universo narrativo empeñado en complicarse la vida.
Paco Roca, autor del texto original sobre el que Álex Montoya edifica esta película, posee un duende especial para agitar las emociones. Sus novelas gráficas, sus cómics, se envuelven en amables retratos de papel atravesados por siniestras sombras.
Tras el profundo vaciamiento emocional que significó «Drive my car» (2021), Ryûsuke Hamaguchi (Kanagawa, 1978) deja a un lado los soportes de la alta costura literaria (y teatral) para, desprovisto de coartadas culturales y sin la ayuda de Chejov ni Murakami, abismarse en una naturaleza crepuscular.