Cada vez que se nos avisa que una película está basada en acontecimientos reales y, especialmente, si la mayor parte de sus protagonistas todavía permanece entre nosotros, surge la tentación de preguntar(se) por qué no se ha escogido el género documental en lugar de organizar una recreación artificial en la que unos actores reproducen impostadamente esos hechos que “ocurrieron”.
La sustancia que insufla vida a “Tres mil años esperándote” se reconoce en esos relatos laberínticos donde cada paso da lugar a una nueva historia que a su vez desgrana otra para que, en algún momento, se teja una red en la que todo se reconozca al servicio de un sentido único e inequívoco.
Le cabe a Dani de la Orden un récord difícilmente superable: estrenar dos películas en su país de origen, en el mismo día. Se da la circunstancia también que entre “El test” y “42 segundos” apenas hay nada en común salvo su presencia en la dirección.