El excedente narrativo, lo que queda tras el paseo apocalíptico de “Black Adam”, probablemente no será tenido en cuenta por la inmensa legión de espectadores que acudan a su reclamo.

El 13 de noviembre de 2015, noventa personas morían asesinadas en Bataclan, París, durante el concierto de Eagles of Death Metal. Entre los supervivientes estaba Ramón González quien conjuró el trauma y el shock de lo vivido escribiendo “Paz, amor y Death metal”, una crónica a bocajarro sobre la horrible sensación sufrida durante el ataque terrorista.

Antes de relatar en 90 minutos esta masacre en Extremadura, conviene recordar que “Cerdita” nació como cortometraje de 14 minutos. Con él, Carlota Pereda ganó el Goya. A partir de él, (re)nació esta película. De hecho, en su zona central se inserta reciclado aquel cortometraje, eso sí, nuevamente rodado para encajar mejor en esta versión extendida

El cine de François Ozon carga con el sambenito de seguir los pasos de Pedro Almodóvar. Vistos desde la distancia, se diría que entre ellos existen numerosas coincidencias. Las pruebas de esas simetrías y parentescos abundan pero, al mismo tiempo, también se asoman muchas diferencias. Por ejemplo, si cruzamos este “Peter von Kant” con “La voz humana”, obtendríamos una lección magistral sobre esas coincidencias y antagonismos.

Uno de Bermeo, harto de estar harto, compuesto y sin novia, en plena época de lluvias y bajo un cielo gris, decide hacer caso a las difusas promesas de un tío perdido en América. Abandona Euskadi y en su largo viaje se topa con una evidencia: en Argentina hay más descendientes vascos que en Euskalherria.

En la plenitud del último tercio, el de resolver -en términos taurinos, en la suerte de la muerte-, Botto da rienda suelta a un enfrentamiento verbal entre su personaje y el de Penélope Cruz. Un poco en la línea de Cassavettes, Cruz y Botto se enfrentan con furia y ruido; muestran sus colmillos y dejan al descubierto la razón de sus heridas.