El nuevo realismo menorquino
foto-islabonitaTítulo Original: ISLA BONITA Dirección:  Fernando Colomo Guión: Fernando Colomo,  Olivia Delcán y Miguel Ángel Furones  Intérpretes: Olivia Delcán, Fernando Colomo, Nuria Román y Miguel Angel Furones País: España  2015  Duración: 101 minutos ESTRENO: Noviembre 2015
En Isla bonita, Fernando Colomo, uno de los pilares decisivos de la identidad generada en torno a la llamada “movida madrileña”, ofrece un riguroso ejercicio de resignación pragmática. Con él, inserto en los intersticios argumentales de este ensayo de andar por casa, fluye una sensación de naufragio.
Colomo nació al cine casi al mismo tiempo que Arias Navarro decía aquello de “Franco ha muerto”. Desde entonces, a Colomo, una sonrisa le tiene agarrado. Un gesto de supervivencia que aquí, tras la apariencia de una discreta y sencilla película, le hace reinventarse en la edad en la que otros abrazan la jubilación. Y lo hace con un palimpsesto en el que se entrevé un manifiesto del final de un tiempo; el ocaso de un viaje en el que el director deviene en protagonista. En donde, lo real y lo ficcionado se disuelven en verdades dudosas e incertidumbres sin dudas.
Así, durante los cien minutos que dura Isla bonita, Colomo hace de Colomo y sus compañeros de viaje contribuyen a levantar un espejismo donde nunca estaremos seguros del todo, nunca sabremos si lo que se representa es real o pertenece a lo impostado. En el fondo, da lo mismo. Lo único que importa son las idas y venidas de un Colomo que parece hacer cine como lo hacía a los quince años, a tumba abierta.
En Isla bonita, Colomo se abisma hacia su septuagésimo cumpleaños y lo hace en una excelente forma y con ese buen humor que le caracteriza. Un humor socarrón y limpio que hace del relato fílmico un gesto de humildad. Más allá de otras disquisiciones, en su trayectoria se impone una total carencia de pretensiones a la hora de ejercer un oficio que, con demasiada frecuencia, recibe demasiado incienso.
Verdadero hombre orquesta de los oficios del cine, Colomo, arquitecto de carrera, pero director, guionista, productor y actor en su heterogénea existencia, ha cultivado por encima de todo la comedia. Artífice y voz principal del cine de la transición, en tiempos de tesis académicas ajenas al análisis crítico, cabría establecer un interesante ensayo entre las coincidencias y diferencias entre los dos Fernandos del cine de la apertura: Colomo y Trueba. Mientras el segundo va de premio en premio aunque su última película estimable haya que buscarla en los años 90, Colomo ha disfrutado de menor consideración sin parar de trabajar.
Ambos saben que conocieron mejores horas pero lo edificante en el caso de Colomo reside en que no se le nota, que mantiene su falta de temor a la hora de desdramatizar. En Isla bonita, Colomo se inventa un reflejo de sí mismo y lo coloca en la isla de Menorca. En ese territorio que en su juventud albergaba y representó un tiempo de experimentación y libertad, ahora describe un contexto de jubilados que conservan su dignidad y buscan afrontar con comodidad sus últimos años. A su lado, incluye a unos jovencitos dibujados al estilo del Rohmer que disfrutaba haciendo proverbios amargos sobre la estupidez de la juventud.
Y es que, Colomo, como buena parte de aquellos directores que surgieron tras la muerte de Franco, aprendieron a querer el cine deslumbrados por la Nouvelle Vague. En su caso, ahora, al ver este cine de simpleza absoluta, de conversaciones directas y de dramaturgia mínima, cabría analizar qué ha pasado con los padres de la Nueva Comedia Madrileña y este país. En el caso de Colomo, Isla bonita lo deja claro. Se ha hecho mayor, el tiempo se le nota, pero al autor de Tigres de papel, si le importa o le afecta, ni lo (de)muestra, ni le aflige.
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