Mistress America, ya lo delata su título, se extiende entre el american way of life y el foreveryoung, pura tautología que esconde la recompensa de descubrir un inteligente guión con unos actores brillantes que avanzan al galope y con alta inteligencia. Así, si se supera la animadversión que provoca la (est)ética del mundo universitario USA y sus rituales iniciáticos; si se es inmune al Día de Acción de Gracias, familias (des)unidas y sueños de triunfo, aquí podrán hallar una pequeña joya del cine de ahora.

Hace poco más de un año, Denis Villeneuve acaparaba un doble protagonismo en el festival de cine de San Sebastián donde concurría con dos largometrajes. Uno, a concurso, en la sección oficial, Enemy. El otro, Prisoners, para acompañar al premio Donostia de ese año, Hugh ( Lobezno) Jackman, protagonista de una película que hablaba de venganzas al servicio de la ley del Talión.

El mayor hándicap que atraganta este filme dirigido y escrito por Lara Izagirre nace de una evidencia. Las alas de su lógica interna, la relación inequívoca entre causa-efecto, se resquebrajan pronto. Sin ellas se intuye que el filme no alcanzará a volar. Sus deseos de ahondar en el romance entre un joven con complejo de hikikomori y ansias de escritor y su joven novia dispuesta a ayudarle a toda costa, no podrán llegar demasiado lejos porque los pequeños detalles, los que hacen grande una película, se descuidan.