Agur aita

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Título Original: AMAMA Dirección: Asier Altuna Guión: Asier Altuna y Telmo Esnal Intérpretes:  Iraia Elias, Kandido Uranga, Klara Badiola, Ander Lipus, Manu Uranga, Amparo Badiola y  Nagore Aranburu Nacionalidad: España. 2015 Duración: 103 minutos  ESTRENO: Octubre  2015

Amama se condensa en una imagen, una cuerda tensa que cede a la presión y que se deshilacha hasta romperse. A un lado, resiste la pervivencia de una cultura, unos oficios y costumbres irradiados desde la vida en el corazón del bosque vasco; es la célula primigenia donde habita un microcosmos: el baserri. Desde el otro lado, tira con tesón el futuro que nos aguarda y la necesidad de otros usos sociales para quienes no pueden mirar hacia atrás porque de hacerlo quedarían petrificados. Asier Altuna, baserritarra antes que director, sabe de lo que habla y habla desde el respeto, la devoción y el dolor.
En el extremo del ayer está la amama. Enfrente, la nieta. Ninguna de ellas es la protagonista por más que una dé título al filme y la otra ejerza en un primer momento el papel de narradora. El verdadero fundamento de Amama es el Aita, la figura del padre en una sociedad que dicen matriarcal.
Si en Bertsolari, Altuna se dio un baño de poesía; en Amama bucea en el verso hasta la extenuación. Allí abajo, en el fondo de la cuestión vasca, Altuna escrudiña en imágenes, ecos, ruinas y reliquias. No está solo. Le acompañan muchas voces; desde el Oteiza de Quousque tandem… al Agustín Ibarrola del bosque de Oma. De ese modo, Altuna embarca a reconocibles y reconocidos referentes de la cultura vernácula e incluso guiña un ojo al David Lynch más luminoso.
Consagrados o jóvenes, vascos y/o universales, entre todos allanan un camino que gira en torno a la derrota anunciada de un padre que amanece siendo una sombra y se despide convertido en un símbolo monumental. Para él levanta Altuna un ensayo valiente y singular que debe ser vivido, oído y/o leído en euskera puesto que es en el euskera donde habita la semilla germinal de este bello e irregular filme. En su estreno en Zinemaldia, lamenté el silencio de la palabra, la que la Amama debería sostener. Pero con silencio o sin él, nada impide celebrar la hondura emocional de un filme que no pinta en rosa una realidad sino que la retrata con lirismo, porque Altuna siente que lo crepuscular debe ser tratado con suma delicadeza.
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