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El regreso del oso parlanchín

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Título Original: ANT MAN Dirección: Seth MacFarlane Guión: Seth MacFarlane, Alec Sulkin, Wellesley Wild  Intérpretes: Mark Wahlberg, Seth MacFarlane, Amanda Seyfried, Liam Neeson  País: EE.UU. 2015 Duración:  115 minutos ESTRENO: Agosto  2015

En Hollywood, en el cine americano, el de Estados Unidos, no hay argumento descabellado ni relato que se perciba como insensato. Una de las sensaciones comunes a todo aquel que por primera vez viaja a Nueva York o a Los Ángeles, es comprender que todo el país no es sino un inmenso plató cinematográfico. Nada es irreal cuando lo real es (casi) todo. Así que ningún profesional del cine encuentra serios apuros en hacer verosímil que vuelen los superhéroes entre los rascacielos, que las tormentas de hielo paralicen Central Park o que los marcianos declaren la enésima guerra de los mundos.
Así, que aparezca un oso de peluche desafiando la corrección política, se comporte como un sexo-adicto con sobredosis de viagra y verbalice todo aquello que un ser humano trataría de evitar, no solo se acepta sino que se premia convirtiéndola en una de las películas más taquilleras.
El éxito de la entrega anterior de Seth MacFarlane, director y coguionista, además de poner la voz al peluche Ted, le brindó en bandeja la posibilidad de reeditar el mismo modelo. El de ese bicho que nace de una observación obvia: ¿por qué en medio mundo tienen tanto éxito este tipo de juguetes?
La jugada de Seth MacFarlane, un humorista creador, entre otras series de culto, de Padre de familia, consiste en explotar la apariencia idiota e insípida de una figura vocacionalmente ñoña, decididamente inane. Pensada para seducir a todos aquellos (y aquellas) que jamás aceptarían como regalo un oso de peluche, la procacidad de la primera entrega, la desvergüenza de su plasmación, repite espíritu y retruécanos.
Sin la energía inicial, Seth MacFarlane hace gala de su alta capacidad para pellizcar allí donde reposan los prejuicios más asumidos. Golpes de efecto y gags con metralla se proyectan a lo largo de un producto irregular. Milita en esa nueva casta de la comedia yanqui del siglo XXI, una sociedad liberada de algunos corsés, pero menos transgresora de lo que cree. A Ted le pasa como a Shrek, que lo que parecía innovador deja de serlo conforme avanzan sus entregas.

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