A Puccini lo mató un cáncer de garganta cuando escribía los últimos compases de Turandot. A Tom Cruise, esta entrega de Misión imposible atravesada por la ópera de Puccini, le ha salvado el cuello porque, tras encadenar una serie de fracasos seguidos, su figura renace gracias a este filme trepidante, hueco y entretenido. Digámoslo rápido. Misión imposible 5 es nada más que puro espectáculo, exaltación acrobática, pero también un solvente producto que se mueve en esa gama de cine de acción y espías a la que pertenecen Jason Bourne y James Bond.
Corría el año 1953, o sea hace 62 años, cuando Jean Becker se colaba en un estudio de cine para, en calidad de ayudante de dirección, colaborar con su padre, también director, en la película No toquéis la pasta. O sea, hace mucho tiempo. Ahora ha cumplido 77 años y su carrera cinematográfica es desigual; con tiempos de ausencia y con quiebros estilísticos de difícil comprensión.
En Hollywood, en el cine americano, el de Estados Unidos, no hay argumento descabellado ni relato que se perciba como insensato. Una de las sensaciones comunes a todo aquel que por primera vez viaja a Nueva York o a Los Ángeles, es comprender que todo el país no es sino un inmenso plató cinematográfico. Nada es irreal cuando lo real es (casi) todo. Así que ningún profesional del cine encuentra serios apuros en hacer verosímil que vuelen los superhéroes entre los rascacielos, que las tormentas de hielo paralicen Central Park o que los marcianos declaren la enésima guerra de los mundos.