Cantet abre su Regreso a Itaca a ritmo de guateque, para cerrarlo en clave intimista. Entre uno y otro momento transcurre una noche de confidencias, un puñado de horas para un reencuentro. Un cruce de duelos compartidos, de secretos silenciados que dejan de serlo porque acaso ya no importen. Su tiempo pasó y el que está por llegar pertenece a la incertidumbre. En ese nuevo amanecer concluye el filme, un nuevo renacer en el que ya nada será igual.

Alguno distribuidores españoles deberían ser multados. No les basta con echar por tierra el trabajo de quienes miman sus lanzamientos sino que, en un sector en crisis, acabarán por imponer sus métodos. Si hace escasas semanas se estrenaba con lamentable (y baratito) doblaje un filme tan necesario de respeto como Calabria, ahora se estrena La fiesta de despedida con el reclamo de que el espectador disfrutará de una comedia, bajo el espejismo de que aquí hay humor.

Jaume Collet Serra se ha convertido en un profesional yanqui. Español de nacimiento, su pasaporte no cuenta. A diferencia de Almodóvar, Amenábar, Bayona y Trueba, no estamos ante un cineasta que hace las Américas, sino ante un director que nació figuradamente allí. Sus películas han sido más vistas en EE.UU. que todas las de los cuatro directores citados. Pero en su tierra natal, pocos sabrían reconocer su rostro.