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La muerte como derecho
Título Original: MITA TOVA Dirección y guión: Tal Granit y Sharon Maymon Intérpretes: Ze’ev Revach, Aliza Rosen, Levana Finkelstein, Raffi Tavor, Ilan Dar Nacionalidad: Israel. 2014 Duración: 95 minutos ESTRENO: Abril 2015
Alguno distribuidores españoles deberían ser multados. No les basta con echar por tierra el trabajo de quienes miman sus lanzamientos sino que, en un sector en crisis, acabarán por imponer sus métodos. Si hace escasas semanas se estrenaba con lamentable (y baratito) doblaje un filme tan necesario de respeto como Calabria, ahora se estrena La fiesta de despedida con el reclamo de que el espectador disfrutará de una comedia, bajo el espejismo de que aquí hay humor. Llamar comedia a una película sobre la eutanasia y la soledad, a un negro poema sobre el ocaso y la decrepitud sólo porque en su deseo de aliviar la angustiosa agonía, los dos realizadores israelíes introducen algún guiño amable, supone ocultar la verdad de su naturaleza.
La fiesta de despedida abre las ventanas casi siempre olvidadas de la llegada de la muerte, de la necesidad de la muerte cuando la enfermedad y el dolor amenaza co borrar la identidad del paciente. Películas que frontal o esquinadamente se hayan abismado en este pozo, las hay a cientos. De Million Dollar Baby de Eastwood a Amor de Haneke. Pero en su mayoría, para hacer tolerable la situación, los directores citados cuidaron de singularizar su reflexión.
Estos dos animosos realizadores, con un buen reparto y sin importarles el pánico que conlleva tocar este tema entre tanto público que solo quiere ir al cine “para divertirse”, no se limitan a focalizar un caso singular para proyectar el debate sobre la eutanasia, sino que se encierra en un colectivo de ancianos para relatar lo que en un momento del filme amenaza con convertirse en un desfile de voluntarios al cadalso.
No hay asideros para la risa y cuando, como en la imagen más publicitada con tres ancianos desnudos se produce un cuadro iconoclasta, éste apenas logra tapar el horror del alzheimer. De modo que si buscan comedia aquí, aquí encontrarán engaño. Si por el contrario, no hay expectativas de reir sino de debatir, la película muestra una alta dosis de sensibilidad y equilibrio. Pero claro está, el tema, apesadumbra lo suyo.
La fiesta de despedida abre las ventanas casi siempre olvidadas de la llegada de la muerte, de la necesidad de la muerte cuando la enfermedad y el dolor amenaza co borrar la identidad del paciente. Películas que frontal o esquinadamente se hayan abismado en este pozo, las hay a cientos. De Million Dollar Baby de Eastwood a Amor de Haneke. Pero en su mayoría, para hacer tolerable la situación, los directores citados cuidaron de singularizar su reflexión.
Estos dos animosos realizadores, con un buen reparto y sin importarles el pánico que conlleva tocar este tema entre tanto público que solo quiere ir al cine “para divertirse”, no se limitan a focalizar un caso singular para proyectar el debate sobre la eutanasia, sino que se encierra en un colectivo de ancianos para relatar lo que en un momento del filme amenaza con convertirse en un desfile de voluntarios al cadalso.
No hay asideros para la risa y cuando, como en la imagen más publicitada con tres ancianos desnudos se produce un cuadro iconoclasta, éste apenas logra tapar el horror del alzheimer. De modo que si buscan comedia aquí, aquí encontrarán engaño. Si por el contrario, no hay expectativas de reir sino de debatir, la película muestra una alta dosis de sensibilidad y equilibrio. Pero claro está, el tema, apesadumbra lo suyo.