La Cuba que viene

foto-regresoaitacaTítulo Original: REGRESO A ITACA Dirección  Laurent Cantet Guión: Leonardo Padura, Laurent Cantet Intérpretes: Isabel Santos, Jorge Perugorría, Fernando Hechavarría, Néstor Jiménez País:  Francia.  2014 Duración:  95 minutos  ESTRENO: Abril 2015

Cantet abre su Regreso a Itaca a ritmo de guateque, para cerrarlo en clave intimista. Entre uno y otro momento transcurre una noche de confidencias, un puñado de horas para un reencuentro. Un cruce de duelos compartidos, de secretos silenciados que dejan de serlo porque acaso ya no importen. Su tiempo pasó y el que está por llegar pertenece a la incertidumbre. En ese nuevo amanecer concluye el filme, un nuevo renacer en el que ya nada será igual. Y eso duele, eso se teme y, al mismo tiempo, eso se desea. Estamos en la Cuba de 2014, esa que meses después recibiría la bendición de Obama. El amigo presidente de un país con el que, hasta hace poco, se vivía en un estado de guerra latente. O sea, que las cosas están cambiando.
De eso, de cambiar o no cambiar es de lo que trata el último filme de Cantet. De una encrucijada en la que todos sus protagonistas (man)tienen una coherencia propia. Para ello, Cantet, con la colaboración de Leonardo Padura, les da el tiempo necesario y la palabra justa. Para que expongan sus razones y para que, con ellas, muestren su miseria y su heroísmo.
Dicho de otro modo, Cantet, el narrador de la templanza, el devoto cineasta de la equidad y el respeto, vuelve a componer otra crónica para la comprensión. Otro ejercicio de sensibilidad por sus personajes. Nadie como Cantet sabe mantener tanta bondad y moderación ante sus personajes. De hecho, cuando se vuelven a ver sus películas, el punto de vista del observador sufre un fenómeno inquietante. Probablemente no cambie de signo pero sí de intensidad. Quienes nos parecieron cargados de razones las pierden en alguna medida, y quienes resultaban desenfocados y ajenos se aproximan.
Eso acontecía en su película inaugural, Recursos humanos. Una crónica sagaz, madura y rigurosa que hablaba de las diferencias generacionales, de la lucha de clases y del juego de roles en el seno de una fábrica. Fue el suyo un despegue perfecto. Y desde entonces su trayectoria se mantiene con la misma disposición rigurosa. A veces alcanza el beneplácito masivo, La clase (2008), otras, el tema y el tratamiento, encajan peor en la taquilla y en la crítica: Hacia el sur (2005) y Foxfire (2012). Pero siempre, siempre, Cantet procura no traicionar a ninguno de sus personajes. No trampea con sus identidades. El ni perdona ni juzga; describe, muestra y trata de comprender. Eso mismo hace en Regreso a Itaca. Aquí, como en La clase, Cantet acentúa la sensación de estar ante vidas arrancadas de la realidad. La cámara se roza con ella y filma con la intensidad de quien roba esos instantes en los que ya no hay postura ni impostura. Aunque aquí hay actores profesionales, profesionales de la simulación, se diría que Cantet hace que se confundan con lo que son, no con lo que representan.
Lo que son se describe brevemente. Cinco amigos que ya no cumplirán los cincuenta. Cinco exponentes que nacieron en el tiempo de la revolución en una Cuba deseosa de justicia y pan, y que ahora perciben que las cosas cambiarán para siempre. Como han vivido lo suyo, conviven con las heridas del tiempo, les acompañan los muertos que quisieron y los sueños que enterraron. Por eso hay dolor, por lo mismo que también se asoma comprensión y piedad. Hay muchos matices, momentos de encuentro, secuencias eléctricas. Hay una estructura cerrada y un esquema de ADN teatral. De hecho, podría hacerse en un escenario. Pero sería difícil repetir algunos instantes mágicos de esta Habana libre de tópicos.
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