Cuenta la Historia (¿o será la leyenda?) que en mitad del rodaje de El sueño eterno, su director, Howard Hawks, llamó inquieto a sus guionistas, William Faulkner, Leigh Brackett y Jules Furthman. Estaba confundido porque ante la maraña de su argumento no sabía quién mataba al chofer Taylor. Como ninguno supo dar cuenta del enigma, le pusieron un telegrama a Raymond Chandler, el autor de la novela original.

Los años de la Thatcher y el desmantelamiento, el tiempo en el que los sindicatos ingleses y la orgullosa tradición de la clase obrera de carbón y hierro fueron (cor)roídos por la avidez neoliberal, hoy todavía no han cicatrizado. Pride, con una coartada de hechos reales ficcionados con azúcar emocional, rememora una extraña alianza entre distintos, apenas una anécdota por la importancia del número, pero toda una declaración de fe a juzgar por el entusiasmo que Matthew Warchus pone a la hora de recrear los hechos narrados.

La carrera cinematográfica de Neill Blomkamp, cineasta sudafricano nacionalizado en Canadá, tuvo un arranque fulgurante apoyado por el mismísimo Peter Jackson: District 9. La segunda entrega fue una profunda decepción: Elysium. Sabedor de que su crédito podía apagarse por completo, Neill Blomkamp con su tercera película, Chappie, ha buscado refugio en sí mismo y en un referente del que toma prestado mucho más que un cierto parecido: Paul Verhoeven.