En el cine, como en la selva, cada uno se conduce como su ADN le permite y la Naturaleza le faculta. Hay cineastas que se internan en la espesura del relato a pecho descubierto, sin arma alguna, dispuestos a mancharse con tal de encontrar algo que merezca la pena. Suelen vestir las ropas equivocadas, escogen los peores caminos y ascienden por las aristas más escarpadas. Nunca salen indemnes pero, cuando terminan, su aventura no se olvida.
Meta en la coctelera una buena base del espía más famoso de todos los tiempos, el que estaba al Servicio de su Majestad… James Bond. Luego, añada una pequeña pero sustancial cantidad de Superagente 86. Derrame también unas cuantas gotas de Los vengadores y finalmente, ya a discreción, para evitar sabores añejos, rocíe todo con referencias contemporáneas.
Lo único interesante de La mujer de negro 2 se disipa poco después de comenzar. Cuando acaban los créditos iniciales se impone que, en esta entrega, ha desaparecido todo aquello que de interés hizo que la anterior Mujer de negro sirviera para creer que el viejo espíritu de la Hammer había renacido.