A J.C. Chandor le han bastado tres películas para convertirse en un clásico. Y esta tercera, la gran ignorada por el Oscar y sus acólitos, probablemente sea la mejor, la que ratifica algo que Margin Call adelantaba en su momento. Entre aquel filme que hablaba de los colmillos afilados de eso que denominan recursos (in)humanos y en cuyo nombre se cometen barbaridades sin compasión, y El año más violento, se conforma una de las personalidades más coherentes del cine contemporáneo estadounidense.

Una de las obras más inolvidables de Pasolini fue La Pasión según San Mateo. En ella la figura de Cristo y el contenido de su discurso se elevaba, con un tratamiento desnudo de manierismos, como una exigencia de reacción en una Italia traicionada por todos. Pasolini, el poeta y director, el intelectual provocador, resultaba tan insoportable para el Vaticano como inadecuado para la izquierda ortodoxa.

Tan banal como brillante, Focus podría haber sido una reinvención de El golpe de George Roy Hill; una interpretación contemporánea de unos granujas amables. Hay una larga lista de obras que han reiterado el paradigma; o sea que muestran a rateros sin maldad y/o delincuentes sin violencia redimidos por la vileza de quienes controlan el mundo. Aquí, la hipotética denuncia social no existe, aquí todos aparecen (re)tratados como personajes simpáticos e inofensivos; muñecos de guiñol de un teatrillo de cachiporra y mentiras.