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Madre coraje, esposa herida

foto-babadookTítulo Original: THE BABADOOK Dirección y guión:  Jennifer Kent Intérpretes:  Essie Davis, Noah Wiseman, Daniel Henshall, Hayley McElhinney, Barbara West, Ben Winspear  Nacionalidad: Australia.  2014 Duración: 95 minutos  ESTRENO: Enero 2015

Babadook sorprende por la claridad de sus ideas, por el sólido acervo de sus referentes y por la impagable interpretación de su principal protagonista, Essie Davis. Una mirada superficial la etiquetaría como cine de terror al uso, carne de video-club por más que ahora no haya vídeos ni nadie alquile nada. Una mirada algo más reposada percibirá que aquí habita un solvente periplo por los resbaladizos caminos del miedo y la culpa.
Entre los referentes que maneja Jennifer Kent, la debutante directora australiana, figura Mario Bava; nada nuevo en el universo de los iniciados en este género y todo un clásico en la galería de los maestros del terror. Pero también hay un homenaje a Méliès. Y aunque tal vez esto no sea nuevo, sorprende encontrarlo en un submundo dominado por la casquería y la falta de memoria. Si además se reciben destellos de un pionero como Segundo de Chomón, las credenciales de Babadook hay que leerlas como cosa seria.
No estamos en tiempo de invenciones, eso ya nos lo recuerdan todos los días con tanto cine banal que no disimula su golfería. Por eso reconforta ver cómo Babadook se empecina en demostrar que, en la hora débil, bastaría con revisar los fundamentos de nuestra cultura para recuperar historias interesantes a bordo de películas dignas. Ésta lo es y viaja hacia un mundo onírico, está ligada al subconsciente, rezuma las enseñanzas del psicoanálisis y permanece férreamente anclada en la angustia. En una angustia creciente vive su protagonista, una madre atormentada por el comportamiento de su hijo, un niño inestable al que le cuenta cuentos, mientras ella se ahoga en una pesadilla. A descubrir eso, el origen de sus miedos, y a desvelar el perfil de una psicopatía de libro, la contradictoria sensación de una madre desgarrada, enloquecida, se dedica Jennifer Kent. Y lo hace sin trampas. Con guiños al terror nipón y con ecos de mansiones encantadas. Entre lo mejor ese cuento de papel que tanto recuerda al del Urasawa de Monster. Y esa secuencia final en la que se alimenta a la Cosa para encontrar la paz. Una imagen que alecciona casi tanto como confunde y perturba.

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