En el cañón de un mellado Sherman, un poderoso tanque norteamericano muy utilizado durante la segunda guerra mundial, se lee la palabra Fury. Ese distintivo lo diferencia del resto de fortalezas de hierro y fuego que aparecen en la película, y lo convierte en el verdadero protagonista de esta cinta. Ese “Fury” le da título y señala su contenido, puesto que de furia y muerte es de lo que trata este filme bélico.
El título castellanizado desvela, más que su título original, quizás un deseo de transparentar su argumento. Cómo acabar con tu jefe (2011), la entrega anterior, mostraba las idas y venidas de tres sujetos a quienes, por una u otra razón, les resultaban insoportables, odiosos y hasta asesinables los directores de sus trabajos. El triple protagonismo masculino, asumido por la combinación Jason Bateman, Jason Sudeikis y Charlie Day, no ocultaba el deseo de navegar a rebufo de la línea de éxito de esas llamadas nuevas comedias americanas tipo Resacón en Las Vegas.
Aquí había un gran tema y con él y para él se había escrito un guión poderoso. Hace tres años que se hablaba de él como de algo notable. Ciertamente estamos ante un territorio en cuya cúspide, reina un personaje complejo y singular: Alan Turing; un matemático superdotado, un criptoanalista brillante y uno de los padres fundacionales de la informática. Y también, una mente prodigiosa asfixiada por los prejuicios de su tiempo.