La prosa cinematográfica de Andrey Zvyagintsev es limpia, austera, precisa. Pura orfebrería emocional hecha de rigor y dolor. Con ella se balancea la herida siempre abierta de eso que se ha dado en llamar el alma rusa. Algo difícil de perfilar porque se trata de un concepto complicado de definir. Algo que, cuando emerge en una obra artística, da igual que sea literaria, audiovisual, teatral o plástica, impone la evidencia de una naturaleza incuestionable.
Evitaré la innecesaria referencia a la dimensión de actriz-estrella de la mujer responsable de este filme, Angelina Jolie. No viene a cuento. Construida a partir del relato de un personaje que evitó echarse a perder en su juventud gracias al atletismo, protagonista de una proeza en los juegos olímpicos de la Alemania nazi y superviviente de un infierno en la segunda guerra mundial, Invencible ofrece una especie de tres en uno.
Hubo un tiempo en el que la presencia de Tim Burton al frente de un proyecto era garantía de heterodoxia, de riesgo, de originalidad. Eran años de inventiva y mordacidad. Daba igual el género que la historia, Burton se las ingeniaba siempre para imprimir un sello singular y reconocible. En sus manos, un cuento tradicional como Sleepy Hollow; una apropiación más o menos impostada de un icono como el monstruo de Frankenstein, Eduardo Manostijeras; o un biopic maquillado como un ensayo sobre la genialidad y/o la locura, Ed Wood, daban lugar a filmes inolvidables, rebosantes de ideas propias, vibrantes y arrebatados.