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Cuento de dos hermanas
Título Original: Rastres de sàndal Dirección: María Ripoll Guión: Anna Soler-Pont; basado en la novela de Asha Miró y Anna Soler-Pont Intérpretes:Nandita Das, Aina Clotet, Naby Dakhli, Subodh Maskara, Gal Soler y Rosa Novell Nacionalidad: España e India. 2014 Duración: 95 minutos ESTRENO: Noviembre 2014
La India ejerce una fascinación de peso monumental ante la que han cedido para su desesperación muchos cineastas. Solo los más grandes pudieron salir fortalecidos de ese contacto con un país atravesado por contrastes de baja miseria y alta belleza. Renoir, por ejemplo, filmó una maravilla titulada El río (The river, 1951) y su experiencia resultó determinante para todos los que le sucedieron. Lo fue para el Rossellini que se aventuró en su lado más experimental, después de sentar las bases del neorrealismo, con India (India, matri bhumi, 1959). Tras ellos, Louis Malle cosió plano a plano un monumental documento titulado Calcutta (1969). En el lado de los siniestros, allí donde muchos cineastas no pudieron o no supieron sortear los riesgos de la estampa turística, el veneno del relato edulcorado y el ahogo del caos de sus principales ciudades, la relación se hace ingobernable.
Este preámbulo viene a cuento para validar el esfuerzo y la temeridad de la empresa acometida por María Ripoll en este cuento de dos huérfanas separadas por el destino. Como tantos relatos infantiles, la película de Ripoll arranca con un nacimiento y una muerte; tragedia y esperanza, final y comienzo. Su argumento nació como novela antes de ser cine; posee alma de folletín y voluntad de emocionar. Griffith ya hizo en el amanecer del cine una historia de dos huérfanas y Ripoll hace ahora lo propio, en este caso con el contraste que supone entretejer la referencia hindú con la Barcelona de Mas. Lo desconcertante es que lo mejor de Rastros de sándalo habita en el rodaje en la India. Durante los minutos iniciales, Ripoll sortea bien alguna elipsis y da lugar a su mejor instante, un fogonazo de cine en estado puro. Cine dentro del cine que, en lugar de establecer el nivel que viene a continuación, queda como el momento sin superar. Luego, lo que viene a continuación, carece del poder de estremecer. La Barcelona retratada parece estar pagada por la oficina de turismo de la Generalitat y la hermana encontrada tiene tan mal humor que termina abrumando por excesiva, por injustificada, por gratuita.
Este preámbulo viene a cuento para validar el esfuerzo y la temeridad de la empresa acometida por María Ripoll en este cuento de dos huérfanas separadas por el destino. Como tantos relatos infantiles, la película de Ripoll arranca con un nacimiento y una muerte; tragedia y esperanza, final y comienzo. Su argumento nació como novela antes de ser cine; posee alma de folletín y voluntad de emocionar. Griffith ya hizo en el amanecer del cine una historia de dos huérfanas y Ripoll hace ahora lo propio, en este caso con el contraste que supone entretejer la referencia hindú con la Barcelona de Mas. Lo desconcertante es que lo mejor de Rastros de sándalo habita en el rodaje en la India. Durante los minutos iniciales, Ripoll sortea bien alguna elipsis y da lugar a su mejor instante, un fogonazo de cine en estado puro. Cine dentro del cine que, en lugar de establecer el nivel que viene a continuación, queda como el momento sin superar. Luego, lo que viene a continuación, carece del poder de estremecer. La Barcelona retratada parece estar pagada por la oficina de turismo de la Generalitat y la hermana encontrada tiene tan mal humor que termina abrumando por excesiva, por injustificada, por gratuita.