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A chistes viejos, risas rancias
Título Original: Dumb and Dumber To Dirección: Peter Farrelly, Bobby Farrelly Guión: Sean Anders, John Morris, Mike Cerrone, Bennett Yellin Intérpretes: Jim Carrey, Jeff Daniels, Kathleen Turner, Laurie Holden, Rob Riggle, Rachel Melvin Nacionalidad: EE.UU. 2014 Duración: 109 minutos ESTRENO: noviembre 2014
Hubo un tiempo en el que el nombre de los hermanos Farrelly garantizaba ingenio, incorrección, hilaridad, desfachatez y veneno. Su capacidad de transgresión, unida a su sentido del ritmo, sonaba como trompetas renovadoras de la comedia americana. Títulos como Algo pasa con Mary, (1998) o Yo, yo mismo e Irene (2000), establecieron las cumbres de un humor heterodoxo, renovador. Los Farrelly se lanzaban al abordaje sin respetar temas tabús como la discapacidad, el mundo de los animales, el sexo y el exceso. En sus manos, herederos de las enseñanzas de Jerry Lewis, resurgía reinventada la vieja tradición del cartoon hecho carne y hueso. Pero el tiempo fue pasando, y los Farrelly, como esos humoristas que de tanto repetir el repertorio se quedan petrificados, empezaron a sufrir una decadencia preocupante; imparable; implacable.
Abierta la puerta de la escatología de la postmodernidad, sus imitadores pasaron por encima de ellos. Sus barbaridades empezaban a empequeñecerse y sus gags parecían anoréxicos. Una decadencia anunciada ante la que, como siempre que se agotan los recursos, los Farrelly combaten con lo que habían sido. Esa es la única y verdadera razón de reunir este par de tontos. Que los Farrelly buscaban recomenzar de nuevo. Y en ese mirar hacia atrás, en esa nostalgia por lo vivido, los Farrelly retornan a Dos tontos muy tontos, justo cuando cumplen veinte años.
Veinte años después, Jim Carrey y Jeff Daniels han perdido pegada, han envejecido como los Farrelly. Así que en ese reavivar las aventuras de dos imbéciles en un mundo de estúpidos, la sensación no es la de un déjà vu, sino la de un ocaso anunciado. Es cierto que entre los Farrelly y sus protagonistas atesoran un estimable historial, como también lo es que todavía les queda algo de lo que tuvieron, pero ese pasado en lugar de redimirles se vuelve en su contra porque hace más dolorosa la sensación de percibir lo duro que resulta envejecer encerrado en la misma parodia.
Abierta la puerta de la escatología de la postmodernidad, sus imitadores pasaron por encima de ellos. Sus barbaridades empezaban a empequeñecerse y sus gags parecían anoréxicos. Una decadencia anunciada ante la que, como siempre que se agotan los recursos, los Farrelly combaten con lo que habían sido. Esa es la única y verdadera razón de reunir este par de tontos. Que los Farrelly buscaban recomenzar de nuevo. Y en ese mirar hacia atrás, en esa nostalgia por lo vivido, los Farrelly retornan a Dos tontos muy tontos, justo cuando cumplen veinte años.
Veinte años después, Jim Carrey y Jeff Daniels han perdido pegada, han envejecido como los Farrelly. Así que en ese reavivar las aventuras de dos imbéciles en un mundo de estúpidos, la sensación no es la de un déjà vu, sino la de un ocaso anunciado. Es cierto que entre los Farrelly y sus protagonistas atesoran un estimable historial, como también lo es que todavía les queda algo de lo que tuvieron, pero ese pasado en lugar de redimirles se vuelve en su contra porque hace más dolorosa la sensación de percibir lo duro que resulta envejecer encerrado en la misma parodia.