Con Lars von Trier nada debe ser desestimado. El cineasta danés juega a fondo en todos y cada uno de los minutos de sus películas. Nada es fortuito, ni gratuito, ni banal. En Nymphomaniac, película estrenada en dos partes y de la que falta más de una hora que se verá en la versión que se presente en el festival de Berlín, esa afirmación cobra un especial significado.
Al menos una gran lección muestra esta adaptación norteamericana del Oldboy coreano. La de certificar la enorme diferencia que existe entre un autor grande y un copista pequeño. Poco importa que el copista se llame Spike Lee y en los años 80 fuera uno de los abanderados del llamado nuevo cine neoyorquino.
Lo que Maisie sabía es una novela inquietante de Henry James publicada en 1897. En ella el escritor se adentraba en el relato de una niña de seis años que describe pormenorizadamente el naufragio afectivo de sus padres en un cuadro de infidelidades y egoísmos, desolador. Un diagnóstico feroz que se torna más sofocante porque es la víctima de todo ello quien lo cuenta. Ciertamente el cine ha cuidado bien a Henry James.